Con una brillante sonrisa de triunfo y un erótico
movimiento de sus manos, Harry se libró del cinturón y abrió la tela de la
bata, dejándola caer a los costados de Alex. Y ella se mostró ante él completa
y sorprendentemente desnuda. Danny no pudo más que mirarla boquiabierto al
sentir el impacto de la desnuda belleza femenina en su cuerpo, endureciéndolo y
tensándolo, antes de que Harry aferrara sus muslos y los separara suavemente,
abriendo las piernas de Alex. Ella soltó otro suspiro entrecortado cuando Danny
alcanzó a ver su sexo.
«Jugoso, hinchado, maduro. Perfecto».
Ella era una auténtica diosa lasciva mientras Harry
pasaba la yema del dedo por el interior de su pierna y se detenía para frotar
la tersa piel donde se unían el muslo y el torso. Si Harry movía el dedo apenas
unos centímetros más tocarían sus pliegues mojados y el suave vello rojizo y ya
no habría nada más que lascivas intenciones entre ellos.
«Oh, Dios...».
Harry llevó la otra mano a su vientre, y la subió
lenta, muy lentamente hasta ahuecarle un pecho y azotar el tenso pezón de nuevo
con el pulgar. Danny apretó los puños e intentó apartar la mirada de la escena
que se desarrollaba ante él. Puede que si se diera la vuelta no viera esa
imagen en su mente. Dios sabía que si seguía observándolos, se uniría a ellos. Y
una vez que lo hiciera...
No, no podía pensar en poner a Alex sobre sus
espaldas, seguro que ella estaría mojada, y...
-Mírala -lo invitó Harry, con voz ronca.
Danny tragó saliva. Dios, ¿qué podía hacer él
salvo mirarla fijamente y desear poseerla? ¿Qué más podría mirar que no fuera
la mujer que deseaba sobre todas las cosas? Quiso cerrar los ojos para
desterrar ese tipo de pensamientos de su mente, pero no quería huir de la
verdad si con ello se perdía un solo instante de ella, entregada y sensual. Tan
condenadamente hermosa y valiente. No obstante, si Alex supiera la verdad,
estaría aterrorizada. «Díselo», lo apremió su miedo. «Merece saber por qué no
puedes estar con ella».
-¿Estás mirándome? -le dijo ella con voz juguetona
y sensual.
¿Por qué seguían tentándolo, poniéndole un cebo a
la fiera salvaje que habitaba en su interior? ¿Por qué tentaban al destino?
-Ya me conoces. -Danny se aclaró la garganta, pero
sabía que seguiría sonando como si tuviera arena en la laringe.
«¿Por qué no puedes poseerla?», le preguntó una
vocecita interior. «Lo que sucedió con Heather no tiene por qué suceder de
nuevo».
Puede que no. Danny no lastimaría a Alex a
propósito por nada del mundo. ¿Y si tenía cuidado? Harry estaría allí, sería
responsable. Él mismo insistiría en que lo fuera...por si acaso. «Maravillosa
racionalización».
-Siéntela -lo tentó Harry.
-Por favor -jadeó Alex, separando los muslos un
poco más.
Sus pliegues brillaban mojados, rosados y
necesitados. Danny estaba más que dispuesto a darle lo que deseaba. Aun así, no
podía saltar sobre ella. Antes tenía que decidir si la apartaba de él o si dejaba
que entrara de lleno en su vida de forma permanente. Pensar en lastimarla, en
meter la pata hasta el fondo, lo llenaba de temor. Se sentía como si estuviera
sentado sobre una bomba de relojería a punto de estallar. Tenía que tomar una
decisión ya. Apartarla de nuevo de su lado con palabras odiosas, herir sus
tiernos sentimientos y destrozarla, no era una opción. Haber visto una vez el
efecto de sus palabras en ella casi lo había matado.
Abrazarla con toda la lujuria que sentía en su
interior, dar rienda suelta a todos los sentimientos que poseía era lo que Danny
quería sobre todas las cosas. Sentía que esos impulsos inundaban su cuerpo como
si fueran el combustible de un cohete a punto de despegar. Potentes.
Imparables. Ni siquiera debería pensar en ella y en el deseo ardiente que
provocaba en él. Si la tocaba no sólo perdería el control sino que éste
estallaría en mil pedazos.
El pecho de Danny subió y bajó con su respiración
jadeante y excitada. Las palmas de las manos le hormiguearon por el deseo de
aceptar la invitación de Harry a pesar de saber que una vez que la tocara, la
poseería. Sería irrevocable.
-Si no la tocas, la perderás...
Y, recordándole exactamente lo que estaba
desaprovechando, Harry deslizó la mano por el interior del muslo de Alex,
trazando perezosos círculos sobre su sexo hasta que muy lentamente se sumergió
en él. Danny observó cómo el ansioso cuerpo de Alex se tragaba ese dedo, y no
pudo evitar la idea de que aquel dedo penetraba profundamente en el húmedo
calor que podría acogerlo a él. Con un gemido, ella apoyó la cabeza contra el
hombro de Harry y se arqueó. Danny observó cómo su primo le metía aquel dedo en
el sexo, follándola lentamente, antes de añadir otro y reanudar el mismo ritmo
pausado.
En su regazo, Alex se contorsionó y presionó
contra sus dedos. Harry le respondió deslizando la mano con la que le manoseaba
el seno hacia la cadera, para luego profundizar entre sus rizos resbaladizos,
jugueteando con el nudo de nervios oculto entre aquellos preciosos muslos,
abiertos sin remisión. Sin piedad.
Una ligera presión, unos cuantos movimientos
circulares con esos largos y sensibles dedos, y Alex jadeó, se contorsionó, se
sonrojó y gimió. El deseo atravesó a Danny, lo arrasó. Estaba preparado para
lanzarse y estallar.
«Dios, sería increíble follarla». El pensamiento
de que ella enfocaría toda esa energía en su miembro, en su satisfacción, era
muy erótico. Pero no era justo dejarse llevar sólo por su deseo. Necesitaba
darle placer a esa mujer tanto como respirar. Sería la manera de expresar todos
aquellos extraños e incesantes sentimientos sin tener que decir una palabra.
Danny dio otro paso hacia ellos, acercándose
lentamente a la cocina. Alex, al borde del orgasmo, gimió y meneó las caderas
bajo las caricias de Harry. Él la mantuvo en ese punto con total maestría,
llevándola con pericia hasta el borde del precipicio para retroceder cada vez
que su cuerpo estaba a punto de alcanzar la cúspide. Tras un breve respiro, Harry
volvía a enardecerla de nuevo. Perplejo, observó cómo Harry utilizaba las manos
para conducirla al climax, y luego negárselo otra vez. Una y otra vez, y otra
vez más. Diez minutos más tarde, Alex tenía el cuerpo tenso y ruborizado.
Incluso después de un breve descanso, con que Harry sólo deslizara un dedo en
su interior o le rozara el clítoris, Alex volvía a debatirse entre el cielo y
el infierno una vez más.
Maldición, aquello lo estaba matando. Danny
acomodó la sensible longitud de su miembro endurecido en los vaqueros. Incluso
el más leve roce le hacía gemir. Los ojos color avellana de Alex estaban
totalmente abiertos, con las pupilas dilatadas, dominados por un tono verdoso,
implorantes.
-Danny, tócame...
Esas palabras fueron como un mazazo. Danny cerró
los ojos, intentando bloquear la imagen que tenía ante sí, pero el olor de Alex,
a canela y a melocotones frescos, dulces y maduros, lo sedujo. El aliento
entrecortado de Alex y la manera extasiada en que decía su nombre, mientras Harry
la llevaba al límite otra vez... era casi imposible de soportar. Apretó los
puños y se dio cuenta de que estaba temblando. Temblando como un jodido
adolescente.
-Danny -lo llamó Harry de nuevo, con una voz
burlona y desafiante.
Danny abrió los ojos lentamente. Su ardiente
mirada se deslizó por las mejillas arreboladas de Alex hasta el pecho, que
subía y bajaba con rapidez. Su excitante recorrido visual continuó por la
estrecha cintura, por las suaves curvas de las caderas. A continuación dedicó
toda su atención a los pliegues resbaladizos e hinchados. Aquel lugar que Harry
orientaba en su dirección para que él no pudiera perderse ningún detalle.
El bastardo de su primo había previsto aquello.
Pero eso no hacía que Alex lo excitara menos o que fuera más fácil resistirse a
ella.
- Harry, para -gruñó Danny.
Su primo continuó como si no lo hubiera escuchado.
-Saboréala.
¡Maldición! A Danny casi se le aflojaron las
rodillas ante la sugerencia. Toda esa dulce necesidad sólo para él, cálida en
su lengua... Saber que él podría darle placer, que con unos meros lametazos
hambrientos ella se rendiría a él, que le ofrecería el sabroso néctar de su
ser, fue suficiente para que le latiera la polla y para que se le tensaran los testículos.
Sintió un vuelco en el corazón.
¿Cómo podía un hombre luchar contra algo así? Casi
la había perdido dos veces en las últimas semanas, primero con Dougie Poynter,
luego por la bomba de un psicópata. Las pruebas de aquello último eran visibles
en el cuerpo femenino en forma de puntos y magulladuras. Si ahora se alejaba de
nuevo, ¿volvería a tener otra oportunidad con ella o por el contrario la
ruptura sería para siempre? Aquella posibilidad era demasiado dolorosa.
-Por favor, saboréame -le imploró Alex con
suavidad, apartando los dedos de Harry y pasando sus propios dedos por su
brillante sexo.
Luego levanto un dedo mojado hacia él como un
manjar tentador. Antes de poder respirar o pensar, Danny dio un paso más y se
dejó caer de rodillas. Le aferró la muñeca con fuerza y se metió aquel dedo en
la boca, succionándolo como un hombre poseído. Gimió al degustar aquel sabor
almizcleño que no había podido olvidar. Fresco, salado y dulce a la vez,
delicado. Incluso después de horas el gusto a almizcle de su sexo, de su piel,
permanecía en su lengua. Era tan...suyo. Era perfecto.
Danny la sujetó por las caderas, ansioso por
atraer a Alex hacia él y hundirse en ella como si fuera un postre exquisito.
-No. - Harry le rozó de nuevo el clítoris y luego
le cubrió el monte de Venus, negando a su primo el sabor del néctar de Alex.
Danny apretó los dientes, observando cómo Harry
presionaba el sexo de Alex rítmicamente hasta que ella se aferró a los brazos
de la silla de la cocina y gimió por alcanzar un clímax que el chef le negó de
nuevo.
-Fóllala. -Ahí estaba el nuevo reto de Harry.
«El último».
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Parte 3 de 4....
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