La tarde de verano había convertido el escondrijo
de Jack en el pantano en un horno. Danny tenía la camiseta pegada a la piel.
Había mucha humedad y hacía calor. Muchísimo calor. Y no sólo por el clima. Ya
fuera por el calor o porque quisiera volverse loco, Alex rondaba por la cocina
con una bata blanca muy corta, de una tela tan fina que era casi transparente.
El pelo castaño rojizo le caía sobre la espalda en suaves ondas que imploraban
ser acariciadas por sus dedos. Alex vestía aquella ropa con aire despreocupado
y provocador. Y eran esas mismas cualidades las que la impulsaban a mirarlo
fijamente en ese momento.
La mitad de su ser quería evitarla como a la
peste, pero la otra mitad, quería enseñarle con exactitud por qué debería dejar
de pavonearse delante de él y empezar a tenerle miedo. Mucho miedo. Por
desgracia, Alex no sólo era única, atrevida y lista. Era, además, muy
apetitosa. Su aroma a melocotón y a canela lo tentaba cada vez que estaba cerca
de ella. Lo ponía duro y hambriento. Y minaba su resolución. Soltando un
tembloroso suspiro, se dirigió a la sala para evitar la mirada insinuante de Alex
y la tentación que ella representaba.
Pasarían días o semanas hasta que Jack o Logan
descubrieran quién le había puesto la bomba al coronel. Y hasta entonces, por
seguridad, Danny sabía que Alex, Harry y él no abandonarían ese lugar. La risa
repentina y dulce de Alex resonó en la cabaña y atrajo de nuevo la atención de Danny,
engrosando su miembro. Resistir el deseo de mirarla era imposible. Soltando una
imprecación, Danny se volvió hacia ella. Estaba hablando con Harry, que, sin camisa
y sonriente, estaba picando algo que Danny suponía formaría parte de la cena. Alex
absorbía extasiada cada palabra, coqueteando con él, deslizando su mirada por
los hombros poderosos y los pectorales bien definidos de su primo.
En respuesta, Harry le acarició el cuello con la
nariz y le susurró algo al oído. Alex se estremeció y se apretó contra él.
¡Maldición! No necesitaba eso... Pero se estaba mintiendo a sí mismo. Sí que lo
necesitaba... necesitaba tener sexo con ella. En verdad era Alex quien no lo
necesitaba. Le correspondía a Danny actuar como un adulto responsable y ejercer
un poco de control sobre su cuerpo. De esa manera la salvaría de sí misma y de
algo que ella sólo entendía a medias.
Danny se giró y encendió el televisor, decidido a
olvidarse de aquella dolorosa erección que clamaba por ella. Fuera lo que fuese
lo que quisieran hacer Alex y Harry, podían hacerlo solos. No era asunto suyo.
Si querían implicarse más el uno con el otro, pues allá ellos.
Valientes palabras. Pero mientras la televisión
estuvo prendida supuestamente viendo Will & Grace, Danny no dejó de mirar
por encima del hombro. Harry y Alex juntos... no estaba bien. Le revolvía el
estómago y lo llenaba de furia. Las mismas viejas mentiras que se había dicho a
sí mismo durante tanto tiempo ya no funcionaban.
Harry terminó de cortar aquellas cosas verdes que
había estado transformando en algo comestible, y las echó en una fuente. La
metió en la nevera, luego cerró el electrodoméstico con un golpe de caderas mientras
le brindaba a Alex una sonrisa provocativa.
Y por si eso no hubiera sido suficiente para que Danny
quisiera romper algo, Harry la envolvió entre sus brazos, acariciándole la
suave curva de las caderas. Luego la besó, primero un ligero roce de los labios
en el cuello femenino, luego amoldando su boca a la de ella. Alex se derritió
contra él, arqueando la cabeza hacia la mano que se la sostenía, y ofreciéndole
la grácil curva de la garganta. Harry bajó los labios a la tentadora piel y se
la mordisqueó. Ella gimió entre sus brazos.
A Danny le dolieron los testículos. Le dolió el
pecho. Incluso le dolieron los dedos. Bajó la mirada para ver que estaba
prácticamente rompiendo el mando de la tele. Al mirar la pantalla observó que
había terminado Will & Grace y comenzado Friends. ¿Cuándo había ocurrido
eso? Maldición, no podía soportarlo. Con una imprecación, Danny apagó la
televisión y se puso en pie. Abrió la boca para decir... ¿qué? No, no qué
decir, sino qué hacer.
Entraría en la cocina, cogería a Alex entre sus
brazos y la llevaría al dormitorio. Se recreó en aquella fantasía. Danny quería
hacerla gozar, observar cómo lo tomaba. Todo eso... y mucho más. Quería más que
cualquier otra cosa en el mundo penetrarla profundamente, tomar una parte de
ella que Alex no le había ofrecido a ningún otro hombre y quedarse allí. Quería
reclamarla. Ante esa idea, la sangre abandonó su cabeza y se dirigió a su
miembro. Maldita sea, la lujuria le golpeó en el pecho con fuerza, casi no
podía respirar. Entre un jadeo y otro, su miembro se endureció hasta el punto
de poder pulverizar un bloque de hormigón armado, y su débil determinación
cedió lo suficiente como para permitir que eróticas imágenes de sí mismo
penetrando el apretado sexo de Alex y bombeando en ella sin piedad le
invadieran la mente. «¡No, ni hablar!».
Pero el deseo era ya incontenible. Había crecido
hasta convertirse en una necesidad. Tenía que tocarla. Tenía que saber que,
costara lo que costase, iba a dejar su marca en ella de la misma manera que
ella la había dejado en él. ¿Cuándo había ocurrido eso? ¿Y por qué?
Destrozado, hambriento y jadeante, siguió con la
mirada clavada en Harry y Alex que compartían húmedos besos en la cocina,
animando a su calenturienta mente. Entonces, Harry echó más leña al fuego
deslizando una mano por la barbilla de Alex, por su clavícula, y metiéndola
bajo la bata blanca. Rozándole la suave piel, Harry apartó lentamente la tela a
un lado y dejó el hombro al descubierto, ofreciéndole a Danny una buena vista
del pecho de Alexy del pezón duro y enrojecido. La poca sangre que le quedaba
en el cerebro se unió en una oleada a la que ya estaba en su miembro.
Harry pasó el pulgar por el prominente pezón,
excitándolo y apaciguándolo a la vez. Alex jadeó, moviéndose para acercarse a
él hasta que sus muslos se rozaron. Dios, lo que daría él por estar allí con
ella, estrechándola contra su cuerpo, metiéndole la lengua en la boca,
poseyendo la de ella, dulce y rosada, mientras la despojaba de la bata.
Dio un paso adelante. Ninguno de los otros dos
pareció darse cuenta. Harry siguió a lo suyo, deslizando las yemas de los dedos
por el seno desnudo de Alex y luego bajó una mano hasta su cadera. Después
movió la otra mano y dejó el otro hombro al descubierto. Alex tenía ahora ambos
senos desnudos. Un par de exuberantes pezones que suplicaban una atención que Danny
se moría por proporcionar. Harry los ignoró, dedicándose a tirar con suavidad
del cinturón que todavía ceñía la bata a la cintura femenina. No lo desanudó,
sino que lo utilizó para acercarla más hacia él. Con un grácil balanceo, Alex
relajó su cuerpo contra el de Harry y levantó su boca rosada para darle un
beso.
Incluso de perfil, el deseo que suavizaba los
rasgos femeninos le sentó como un puñetazo en el estómago. El sudor humedeció
los pectorales y la espalda de Danny. Maldición, sólo con mirar a aquella mujer
quedaba noqueado. Observar cómo el deseo la inundaba, cómo se ruborizaba su
cuerpo, hacía que Danny perdiera la cordura. Harry dio un paso atrás y se dejó
caer en una de las sillas de la cocina, aferrando las caderas de Alex con ambas
manos y haciendo que casi desaparecieran de su vista. Maldición, algunas veces
llegaba a olvidarse de lo menuda que era. Era una mujer frágil. Debería de
considerarla casi intocable. Pero no lo hacía.
Por encima de uno de sus hombros desnudos, Alex le
dirigió a él una mirada coqueta. «¡Bang!». Aquella mirada le había engrosado el
miembro antes siquiera de que ella bajara los párpados y volviera a subirlos.
Y, sin embargo, aquel deseo no era sólo sexo. Había habido muchos momentos en
su vida en que se había sentido muy excitado. Pero aquello era diferente. Era
algo nuevo. Y le daba un miedo mortal.
Los ojos de Alex y Danny se fundieron y la
electricidad que crepitó entre ellos le golpeó y le atravesó el cuerpo. Luego
sintió otra sacudida cuando ella le miró las pelotas. Esa sensación lo golpeó
de nuevo en el pecho y se intensificó cuando ella se mordisqueó el labio
inferior mostrando una apariencia tímida e insegura. Excitada.
Luego Harry la sentó en su regazo, y le dio un
largo y profundo beso, murmurando algo contra su boca, haciendo que Danny se
sintiera crispado, enojado y anhelante. ¡A la mierda con todo! Dio un par de
pasos más hacia ellos. Al verlo, Harry hizo girar a Alex en su regazo de manera
que la espalda femenina se reclinara contra su tórax. Ahora ambos miraban a Danny.
¿ Harry sabía que los había estado observando? El reto que brillaba en los ojos
de su primo para que dejara de ser un mero espectador lo decía todo.
La mirada de Alex era igualmente una muda
invitación. Danny se detuvo en seco. Aquello estaba mal. Muy mal. Lo habían
provocado, le habían tendido una trampa. Si bien sabía que debería darse la
vuelta y marcharse, aquellas miradas habían provocado un auténtico infierno en
sus entrañas y no pudo mover ni un músculo. La velocidad a la que Harry deshizo
el lazo del cinturón que rodeaba la delgada cintura de Alex sólo podía llamarse
«tortura prolongada». Sin ninguna prisa, su hermano tiró del cinturón con una
lentitud exasperante. Arrastró la tira de seda por las rodillas de Alex y la
deslizó bajo el dobladillo de la bata hasta que ella jadeó y se le irguieron
los pezones. Las areolas estaban oscuras, arrugadas y eran muy tentadoras.
-¿Continúo? -le preguntó Harry, desatando con
manos firmes el último nudo que sujetaba el cinturón en su sitio.
Danny tragó saliva. Si Harry seguía, Alex se
quedaría desnuda por completo. Dejaría el cuerpo femenino expuesto a su
hambrienta mirada.
Accesible al toque controlado de Harry. Nadie dijo
nada, nadie respiró ni se movió. Pero uno de los dedos de Harry se deslizó
lentamente entre las piernas de Alex por encima de la tela para acariciar
ligeramente lo que tenía que ser la sensible zona próxima al clítoris. Danny le
dirigió a su primo una mirada inquisitiva. ¿Qué diablos pretendía hacer? ¿Qué
debería hacer él? Harry le respondió con una sonrisa y arqueando una ceja.
Mientras tanto, continuaba moviendo el dedo en círculos justo encima del sexo
de Alex.
El silencio se extendió entre ellos sólo
interrumpido por la respiración jadeante de Alex. Con lentitud, Harry apartó el
dedo y cogió el cinturón con ambas manos. Era imposible no fijarse en el
pequeño círculo de tela mojada donde había estado el dedo de Harry. Ese pequeño
punto dejaba a las claras lo mojada que tenía que estar Alex. Aquella húmeda
visión casi lo hizo caer de rodillas.
-¿Continúo? -Las manos de Harry tiraron un poquito
más del cinturón de la bata.
Danny supo que iría al infierno por eso.
-Sí.
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Parte 2 de 4...
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