Capítulo 20

Pero, ¿había servido para que Dougie recuperara el lazo afectivo que habían compartido una vez o sólo le había hecho recordar un pasado más feliz? ¿Estaba interesado en ella de verdad, o al igual que el DVD era sólo un recuerdo de un tiempo mejor? ¿Y por qué seguía ella allí, dándole falsas esperanzas a Dougie, cuando estaba claro que era Danny el dueño de su corazón? ¿Cuándo añoraba los momentos de tranquilidad que pasaba con Harry?

Alguien llamó a la puerta de la suite. Sin esperar una respuesta, el visitante metió la llave en la cerradura y entró en la habitación. «Tom».

El músico les dirigió a ambos una mueca sufrida.

-Vaya, os he vuelto a pillar vestidos. Par de tórtolos.

Oh, ese hombre era insufrible, pensó Alex. Siempre decía lo que le pasaba por la mente sin importarle si sus palabras ofendían a alguien o no.

-Estábamos viendo una película -Alex se esforzó por sonar cortés.

-Yo preferiría que empezarais a menearos para hacer una película digna de verse -dijo, dirigiéndole a Alex una mirada lasciva. De acuerdo, aquel tío se había ganado el puesto más alto en la lista negra de Alex.

La irritación de la joven debió de ser evidente, pues Dougie le dirigió a Tom una mirada de advertencia.

-A pesar de lo mucho que te gustan las películas caseras, olvídate de hacer una. ¿Qué quieres?

-Falta una hora para el concierto, chicos. Sólo vengo a recordároslo.

Dougie se miró el reloj, luego suspiró.

-De vuelta a la realidad. -Dirigió una mirada de anhelo al mini-bar-. ¿Debería beber algo antes del concierto?

«¿Beber algo antes del concierto?».

-Creo que no deberías, pero es sólo mi opinión personal.

-Es para soltarme un poco -dijo en tono defensivo.

-Tú decides, pero apuesto lo que quieras a que no lo necesitas.

Tom se acercó al mini bar y sacó un montón de botellines.

-Pareces una vieja carroza. Lo que necesitas es un buen polvo. Y no me importará ayudarte.

Antes de que Alex pudiera despellejarlo vivo con su lengua viperina o que Dougie pudiera ponerlo en su sitio, Tom salió de la habitación. «Bastardo».

-Lo siento -masculló Dougie.

-Echas de menos tu antigua vida -dijo ella, dándose cuenta de que era verdad.

-Necesito dejar de vivir de esta manera. No puedo seguir despertándome cada dos por tres al lado de Tom y de una mujer cuyo nombre no conozco. Necesito que me ayudes.

Sus ojos oscuros estaban llenos de esperanza, vergüenza y cólera. Campanas de alarma resonaron en la cabeza de Alex. Incluso aunque ella lograra sentir algo más que pena por él, Dougie sólo la quería para que lo ayudara a salvarse. No la quería de verdad. Y ella no podía rescatar a alguien que no estaba dispuesto a rescatarse a sí mismo.

Dios, ¡qué confundida estaba! Dougie lo había sido todo para ella -o al menos, eso creía- hasta que conoció a Danny y a Harry. Hasta que perdió su corazón. Había volcado sus sueños y esperanzas en Dougie. Pero en ese momento, estaba claro que ella no encajaba allí.

-Por favor, ayúdame. -Le agarró las manos y la acercó a su cuerpo.

Alex olía a champú de frutas y piel limpia, y ese aroma inundó las fosas nasales de Dougie cuando cubrió la boca de Alex con la suya. Con suavidad. Como una pincelada o el aleteo de una mariposa.

Dulcemente, como si estuviera espolvoreándole la boca con azúcar. Pero cuando él la urgió a separar los labios y deslizó la lengua dentro, ella saboreó el sabor de la desesperación e intentó apartarse.

En vez de soltarla, Dougie la apretó contra su cuerpo. Enterró los dedos en sus cabellos y se aferró a las largas hebras mientras profundizaba el beso. Alex lo empujó con discreción. Él se resistió, ahondando el beso todavía más. Parecía querer tomar algo de ella, y lo intentaba con todas sus fuerzas. Pero él no daba nada a cambio.

Pensaba que ella tenía algo que él necesitaba. Alex no lo tenía. No deseaba a Dougie. Su beso no la hacía derretirse ni arder de deseo. No podía poner el corazón en ello. Dougie era un amigo, pero nada más. Y se lo diría tras el concierto.

Con rapidez, ella interrumpió el beso. Él se apartó con un suspiro de pesar.

-Será mejor que me vista -dijo con voz quebrada-. Y tú también. Ponte algo especial.

Con otra sonrisa fugaz, a medias entre la excitación y la ansiedad, Dougie pasó por su lado, se metió en su dormitorio y cerró la puerta tras de sí. ¿Qué demonios pensaba hacer ese hombre?

********

El rugido del estadio y los decibelios de la música habían dado a Alex dolor de cabeza. Llevaba más de dos horas sentada entre bastidores, observando el concierto inaugural e intentando ignorar a los grupos que perseguían servilmente a Dougie. En ese momento, estaba mirando cómo Dougie y su grupo ponían fin al concierto, tocando aquella mezcla ecléctica llena de cólera y emoción, con una pizca de clasicismo.

Dougie era el cantante perfecto de mirada expresiva que no sólo se creía cada palabra que cantaba, sino que las sentía, tanto si la canción trataba de arrastrarse sobre cloacas inmundas o de vivir un amor eterno.

No dejaba de ser gracioso que se sintiera más excitada oyendo a Dougie cantar que besándole. Odiaba admitir por qué, no quería considerar las razones por las que su cuerpo había comenzado a latir desesperadamente. O por qué tenía sueños -unos asombrosos sueños eróticos- que giraban en torno a Danny y Harry.

Alex los echaba de menos a los dos, pero lo que realmente deseaba era poder rodear a Danny con sus brazos y curarle. Si era sincera consigo misma, también quería que él la viera como algo más que una virgen, como una mujer con la que podía reírse, sonreír, vivir... Anhelaba poder decirle que lo amaba. Y con el mismo anhelo deseaba oírle decir que él también la amaba a ella.

«Eso no va a ocurrir».

Alex aceptó los hechos con un suspiro. Su futuro, el mismo que ella había trazado, había desaparecido. Suspirando de nuevo, observó distraídamente cómo Dougie tiraba la toalla con la que se había secado el sudor hacia el gentío, compuesto en su mayor parte por jovencitas.

Algunas estaban con los pechos al aire, que oscilaban de arriba abajo mientras bañaban bajo los focos. Él sonrió y las saludó. Dios, ella no encajaba allí. Iba a tener que decírselo. Y marcÖarse.

-Alex.

Su nombre. Alguien acaba de decir su nombre. De gritarlo. Parpadeó. Dougie la miraba y le indicaba que se acercara a él. ¿Acaso quería que subiera al escenario? ¿Delante de todo el mundo? Dougie volvió a hacerle señas con un gesto más categórico. «¿Qué diablos...?». Con un encogimiento de hombros, se levantó de la silla y subió al escenario. Se apagaron los focos. La multitud guardó silencio.

Con el micrófono en la mano, Dougie sonrió y dijo:

-Es genial haber regresado a Essex, mi ciudad natal. -La multitud hizo una ovación cuando él pasó el brazo por los hombros de Alex y la estrechó contra su cuerpo, besándola en la sien.

Con la cabeza dándole vueltas, Alex miró al gentío y casi perdió el equilibrio. Si bien los brillantes focos del escenario le impedían ver al público, había visto el tamaño del recinto poco antes del comienzo del concierto y sabía que allí había miles de personas. ¿Por qué la había abrazado delante de toda esa gente? Ella no iba a cantar.

-Es el lugar perfecto -murmuró Dougie dirigiéndose a la multitud con el tono de alguien que va a contarle un secreto a un amigo-, para presentarles a mi novia de siempre, Alex, la chica con la que voy a casarme.

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¡MOG! Ö
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