lunes, 24 de septiembre de 2012

Capítulo 51


Tres días más tarde, después de que su padre se hubiera instalado en casa de Logan y después de que se apaciguara un poco el fervor desatado por los medios de comunicación sobre el intento de asesinato de Cal, Danny llamó a la puerta de Alex a las ocho en punto de la noche, tal y como ella le había pedido. Llevaba un ramo de flores en una mano y con la otra intentaba aflojarse el nudo de la corbata que parecía estrangularle. Pero quería presentar su mejor aspecto.

Tratarla como era debido. Hacerlo lo mejor posible. Aquella noche iba a ser la prueba de fuego. Cuando se arreglarían o romperían las cosas entre ellos.

Alex abrió la puerta vestida con vestido negro corto con un gran escote, que parecía diseñado para que a él se le salieran los ojos de las órbitas. Maldición, si tenía que mirarla durante toda la cena llevando eso puesto, iba a sufrir una auténtica tortura.

-Hola. -Alex cogió las flores que le tendía, dio un paso atrás y lo invitó a entrar.

Intentando disimular lo mejor que pudo el estremecimiento que le provocaron esos pensamientos, Danny subió los escalones de la entrada y cerró la puerta. La mesa estaba dispuesta con velas, y en la sala sonaba una música sutilmente erótica. Olía muy bien. A comida italiana.

Pero cuando Alex se dio la vuelta para buscar un jarrón donde poner las flores, él vio que el vestido dejaba la espalda al aire y aquella necesidad de tocarla lo golpeó de lleno.

Incluso así, se sintió muy nervioso. ¿Y si no podía hacerlo con ella, él solo? Quería hacerlo, Dios lo sabía, pero...

Antes de que Danny pudiera continuar con aquellos destructivos pensamientos, agarró a Alex por los brazos y la estrechó contra su pecho, acariciándole las caderas. Sin duda, ella notaría al instante lo duro que le ponía.

-¿Te has puesto eso para volverme loco? Pues funciona.

Ella le brindó una mirada descarada por encima del hombro casi desnudo. Danny había pensado que no podría llegar a estar más duro. Alex le hizo darse cuenta de que no era así.

-Mmm, tengo que pedirte un favor.

-¿Un favor? ¿Cuál? -La expresión femenina no revelaba nada.

Alex dejó las flores sobre el aparador y alzó los brazos hasta su cuello, subiéndole la temperatura unos cuantos grados más. Oh, sí, el deseo de hacer el amor con ella, estaba allí. De eso no cabía duda. Sólo tenía que...seguir con ese pensamiento.

-Quiero saber de qué manera te gusta mantener relaciones sexuales -le acarició con la mano el abdomen, el pecho y el hombro-al estar solos tú y yo.

Danny tragó aire. Unas semanas atrás, cuando había acudido a su casa buscando su ayuda, le había dicho unas palabras muy parecidas. Él había pensado que era una locura, y ella había hablado como si su vida sexual fuera algo del otro mundo. Ahora lo era... por lo menos para él.

No había hecho el amor con una mujer él solo desde Heather.

Esa noche, tenía que intentarlo. Por el bien de ella. Por el bien de los dos.

-No estoy seguro de eso. -Aquella honestidad resultaba dolorosa, pero tenía que ser sincero.

-Lo resolveremos juntos. Primero cenamos o... -Alex dirigió la mirada al pasillo en penumbra.

La luz de las velas iluminaba la salita con un resplandor dorado. Y, demonios, Alex olía a algo categóricamente comestible. Pero aun así, vaciló. No tenía prisa en quedar en evidencia si al final fracasaba aquella noche. Pero cenar primero tampoco le iba a ayudar a mantener el miembro duro como una piedra si resurgían sus miedos.

Danny respiró hondo, intentado tranquilizarse.

-NO. Definitivamente no.

-Buena elección. Deja que apague el horno...

Alex desapareció unos momentos. La oyó en la cocina, ajustando los botones, abriendo el horno, cerrándolo de nuevo. Cuando volvió a aparecer, le ofreció una cerveza fría mientras sostenía una copa de vino en la otra mano.

Tomando la botella que le ofrecía, se tomó media de golpe. Alex se mordisqueó el labio inferior mientras lo observaba.

-Podríamos hablar antes.

-Nada que digamos va a cambiar el resultado de esta noche. -Él sólo tenía que meterse en la cabeza que Alex era exclusivamente suya y que tenía que actuar en consecuencia.

Decidido a que su primera vez juntos y solos resultara tan bien como fuera posible, Danny dejó la cerveza a un lado e hizo lo mismo con la copa de ella. Luego cogió a Alex en brazos y se encaminó al dormitorio.

Había velas por todas partes, iluminando la estancia con suaves tonos crema, verde salvia y canela. Era muy hermoso. Como ella.

Y estaban solos.

Danny apartó de sus pensamientos todo excepto a Alex, mientras la dejaba sobre la cama. Las manos femeninas revolotearon con nerviosismo, aterrizando en el estómago de ella, atrayendo la atención hacia los puntos del antebrazo. Al verlos se le ensombreció el ánimo.

Alex había pasado por muchas cosas: había sido compartida cuando no era lo que ella deseaba, por un atentado contra su vida, un embarazo que había resultado falso y que había dado lugar a sus revelaciones sobre Heather y aquella terrible discusión. Pero, a pesar de todo eso, seguía siendo asombrosamente fuerte. Lo que podría haber ocurrido con Cal sirvió para recordarle que la vida era demasiado corta y que debía aferrarse a la mujer que deseaba y amaba.

Todo lo que tenía que hacer era acariciarla, tomarla y nunca dejarla ir.

En cuestión de segundos, la desnudó, dejándola sólo con una sonrisa. Las ropas de Danny desaparecieron a continuación. Pero en cuanto colocó las manos sobre la piel desnuda de Alex, comenzó a pensar de nuevo. ¿Y si al final todo resultaba un absoluto fracaso?

Soltando un suspiro de preocupación, Danny le cubrió el cuerpo con el suyo y la besó febrilmente, hundiéndose con dureza en su boca, reclamándola. Fracasar no era una opción. La verdad era que no quería estar en ningún otro lugar. Jamás querría que hubiera nadie con ellos o cerca de ella. Iba a tener que conseguir que aquello funcionara. Alex era suya. Aquella tentadora piel cremosa, era de él.

Los hermosos pezones duros como bayas, también. El adictivo sabor del néctar de Alex en su lengua o los gritos de deleite cuando ella se aferraba a las sábanas mientras él la saboreaba con placer, sólo podían ser suyos. Alex era suya. Sólo suya.

Volviendo a subir por el cuerpo femenino, Danny suspiró sobre las curvas delicadas, luego gimió cuando la mano de Alex se cerró sobre su erección. Demonios, no necesitaba excitarle más. Se sentía lo suficientemente duro como para taladrar el cemento.

Pero quería acariciarla, celebrar que la tenía entre sus brazos. Protegerla, abrazarla. Amarla. También quería follarla... de todas las maneras posibles. Aquello era una buena señal. El temor luchaba contra el deseo... pero no era el temor habitual. No era pánico a un embarazo inesperado. Era miedo a defraudarla. Aunque cada célula de su cuerpo estaba centrada en la hirviente necesidad de estar dentro de ella y en la ardiente determinación de hacerlo realidad.

Acomodándose entre los muslos de Alex, rozó sus labios sobre los de ella, luego se hundió en su boca, saboreando el deseo y la esperanza en su lengua. Se recreó en la boca femenina una y otra vez. Y otra más. Maldición, no parecía tener suficiente. No podía creer la suerte que tenía tras una década de no considerarse digno de una mujer, y mucho menos de una tan maravillosa como ella.

Todo lo que tenía que hacer ahora era reclamarla...

-Quiero... quiero hacer el amor contigo esta noche. Todas las noches, gatita. Me alegro de que seas mía. Me siento muy afortunado.

-Yo soy la afortunada. Cuando me miras así, me siento amada.

-Lo eres. -Danny le besó tiernamente la boca-. Eres amada.

-¿Y no quieres demostrármelo? -arqueó las caderas hacia él en una descarada invitación.

-Dios mío, sí.

Alex le mordisqueó el hombro y trazó un sendero de besos por su cuello.

-Todavía estoy tomando la pildora, pero por si acaso, los condones están en la mesilla de noche.

Iban a hacerlo realmente, sólo ellos dos. Danny vaciló, esperando la involuntaria reacción de pánico. Pero no llegó.

-Pase lo que pase, lo resolveremos juntos, ¿de acuerdo?

-Sí.

El tono tranquilo de Alex reverberó en su corazón, lo único jodidamente blando. El resto de su cuerpo estaba... tenso, rígido. Desde los hombros a las puntas de los dedos. Por los nervios, por la anticipación. Jamás había necesitado ni temido tanto algo.

-Durante tres días, no he podido pensar en otra cosa que no fuera en sentirte dentro de mí.

Luego, Alex le rodeó las caderas con las piernas. Maldición, su sexo se apretaba contra su polla. Y estaba mojado. «Oh, demonios». Danny comenzó a sudar. Su corazón latía a la misma velocidad que un avión supersónico. También él había pensado en ella. De forma obsesiva.

¿Cómo sería finalmente poseerla a solas? ¿Reclamarla como suya?

Alex le mordisqueó el lóbulo de la oreja, provocándole un nuevo estremecimiento.

-Va a ser genial. Te he echado de menos. Te miro y me duele.

Bueno, él sabía exactamente a qué se refería. Danny se sentía igual.
Reaccionaba de la misma manera. Estaba tan condenadamente duro y rígido que hubiera jurado que toda la sangre de su cuerpo se había concentrado en su erección. Hizo una mueca, luego tanteó hasta que el glande se alojó contra la entrada de la vagina.

«Maldición». Ahora estaba cubierto de sudor. Danny tragó aire. Alex tenía que sentir el pesado resonar de su corazón contra los pechos, y el rudo agarre de sus dedos en las caderas. Tenía intención de ser tierno, gentil. Pero cada músculo de su cuerpo estaba tenso.

-No puedo esperar a tener todo tu duro miembro dentro de mí, poseyéndome, llevándome a la locura.

¿Acaso Alex no sabía que aquellas palabras sólo lo excitaban más? Iba a perder las últimas briznas de control si seguía hablando de esa manera.

-Necesito sentirte dentro de mí -gimió ella-. Lo necesito.

Y todo lo que él pudo hacer fue gemir con ella. Sí, lo recordaba. ¿Cómo podría haberse olvidado de lo perfecta que se sentía en torno a él? «No en esta vida».

Ella se arqueó hacia él de nuevo, y el glande penetró en ella.

«Oh, Dios. ¡Oh, maldición!».

-Penétrame hasta el fondo, o gritaré. Siempre me vuelves loca.

Como si aquellas palabras de Alex no lo estuvieran volviendo loco, destruyendo sus reservas, sus vacilaciones, estremeciéndolo de deseo.

Con la mente invadida por su esencia, por sus susurrantes insinuaciones y la sensación de sú sexo intentando tragarse su miembro, él no podía retrasarlo más. Dios, no podía contenerse. No podía esperar.

Danny la agarró de las caderas y se deslizó en ella con un envite delicioso e interminable, sellando su unión. Hasta el fondo, apretándose contra su cervix tanto como pudo.

Inspiró trémulamente ante la salvaje sensación que lo embargó. Apretada, mojada, caliente, sedosa, perfecta; Alex era todo eso y más. Y él ya no sentía pánico o preocupación por todo lo que podía ocurrir después. Cuando ella gritó debajo de él, Danny se dio cuenta de que quería ser el único responsable de ella. Más que cualquier otra cosa en el mundo.

Ese pensamiento lo hizo sentir casi tan bien como hacer el amor con ella.

Se retiró y luego se hundió en ella otra vez con dureza. Alex gimió de nuevo. Se cerró en torno a él.

«Estaba en casa. Era suya».

-Cállate, y haré que te corras ya -le murmuró, ahuecándole las nalgas con las manos y alzándola más contra su cuerpo.

Luego asaltó su boca, besándola en el mismo momento que la llenaba con su sexo. Lentamente. Con largos y profundos envites. «¡Oh, demonios, sí!». Le encantaba aquel tipo de fricción. Era lo mejor del mundo, de hecho. Cada roce de su carne contra la de ella era como una descarga eléctrica a través de su cuerpo.

Todas aquellas sensaciones estallaron dentro de él, haciendo desaparecer cualquier pensamiento que pudiera haber tenido. Sólo podía sentir. La presión de la vagina de Alex a su alrededor, sus uñas en la espalda, sus caderas arqueadas bajo las de él, sus gemidos suplicantes en el oído. La manera en que su propio corazón palpitaba. La emoción de saber que la amaba.

Unos momentos más tarde ella gritó su... nombre. Comparándolo con Dios. Sus palabras eran una letanía, una súplica. Y él sintió las palpitaciones de Alex bajo él, ordeñándole, envolviéndole. Danny perdió el control, y se sintió propulsado a las alturas.

Danny se aferró a ella, la rodeó estrechamente con sus brazos, como si fuera un salvavidas. De hecho, Alex era su salvavidas.

Maldición, se sentía como un volcán. La presión que notaba en los testículos lo dejó sin aliento. Aquel increíble placer lo aturdió. Tras años de sexo compartido, tener a Alex para él solo era como una revelación asombrosa. Casi esperaba que los cielos se abrieran y comenzara a sonar la música o algo así.

Pero sólo sintió el éxtasis, que lo atravesó con tal fuerza que llegó a pensar que su cuerpo estallaría en un millón de pedazos. La abrazó con fuerza, la poseyó, se vació en su interior en una serie de espasmos que lo dejaron devastado. Que lo cambiaron. Para siempre.

Bajo la dura protección del cuerpo de Danny, Alex lo estrechó con fuerza. El ya había poseído su cuerpo esa noche. No cabía duda de que también poseía su corazón. Las lágrimas le anegaron los ojos. Jadeando, él alzó la cabeza. El sudor le resbalaba por las sienes, por el cuello. Las venas sobresalían en sus músculos tensos. Danny parecía enorme e invencible. Salvo cuando abrió los ojos y bajó la mirada hacia ella. Cada una de sus vulnerabilidades quedaba al descubierto en aquellos ojos y el corazón de Alex se derritió aún más por él.

-Hola -murmuró ella.

-Hola.

-Ha sido...hermoso. Me has conmovido.

Danny soltó un gruñido.

-Bueno, lo cierto es que yo estoy intentando no echarme a llorar como un bebé.

Alex no pudo evitar reírse mientras su corazón se iluminaba. ¿Había sido alguna vez más feliz?

-Y sólo nosotros dos. ¿Ha sido difícil?

-No tanto como pensé que sería. En cuanto me convencí de que eras tú y me centré en cómo me sentía contigo, todo fue bien.

-Fue perfecto -le corrigió ella mientras le acariciaba la mejilla con la punta de los dedos.

-Sin duda alguna.

-Sabes, cuando acudí a ti para que me ayudaras, era una chica estúpida persiguiendo un sueño tonto que no existía. Tú me diste algo real. Me trataste como una mujer, me enseñarse todo sobre el sexo, me enseñaste lo que era el amor. Gracias.

-Gracias a ti. Te hice pasar por un infierno y me odio por eso. Pero aun así me curaste y te preocupaste por mí. No perdiste las esperanzas conmigo. Te amo, gatita. Siempre lo haré. ¿Te casarás conmigo algún día?

Fue obvio que la pregunta la sorprendió...de una manera muy agradable.

-¿Me lo pedirás algún día?

-Sí. -Le apartó un rizo castaño rojizo de las ruborizadas mejillas.

Alex le dio un beso suave en los labios y bromeó:

-No sé. La primera vez que te pedí que me enseñaras lo que era el sexo, me dijiste que no habría lazos afectivos.

Danny bufó.

-Fui un idiota. Necesito ese vínculo entre nosotros. Es tan vital como respirar, gatita. - Le dio un beso en los labios-. Espero...que todavía quieras tener bebés conmigo algún día.

Ella asintió con la cabeza.

-Me alegro de que podamos. De que jamás llegaras a...hum.

-¿A hacerme una vasectomía? Lo pensé varias veces, pero me resultaba difícil. Harry tenía razón; no lo hice porque en el fondo tenía la esperanza de llegar a convertirme en padre algún día. En alguna parte de mi mente, no quería que el pasado tuviera poder sobre mí durante el resto de mi vida.

-Has dado un paso enorme esta noche para dejar atrás el pasado. ¿Te extrañaría si te dijera que me siento orgullosa de ti?

Un destello de lágrimas iluminó aquellos ojos azules. Danny parpadeó para hacerlas desaparecer.

-No. Demonios, yo también me siento orgulloso de mí mismo -bromeó-. Y ahora eres mía. Toda mía. Sólo mía.

Bajo él, Alex sonrió.

-Soy tuya. Para siempre.


FIN

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Muchas gracias haber leido esta adaptación y por sus comentarios 

Las quieren: 


Mrs. L. Poynter & Mrs. Y. Jones

PD: si, es una adaptación, no escribimos la novela, la autora original es Shaila Black :)

viernes, 21 de septiembre de 2012

Capítulo 50



-Lo siento... pensé... Jamás me había hecho una prueba de embarazo antes. Supongo que fue un falso positivo. Nunca hubo ningún bebé. Me lo dijeron los médicos esta mañana.

Más lágrimas, cálidas y saladas, resbalaron por sus mejillas. A Danny se le rompía el corazón.


-Shhh. No pasa nada. Todo va a salir bien. Ya lo verás.

-¡No, no es cierto! Quería tener ese bebé. Lo quería. No supe cuánto hasta que ya no lo tuve. -Miró a Harry de nuevo-. Lo siento. Tú querías a este...

«Querer era decir poco».

Alex se apartó de Danny y acercó las rodillas al pecho, rodeándolas con sus brazos, dejándolo fuera. La sorpresa aún le recorría el cuerpo. No había bebé. No... había nada.

Frunció el ceño y miró a Harry.

Sorprendido, se percató de que su hermano estaba conteniendo las lágrimas. Parecía a punto de romperse con un sólo toque.

-Está bien, cariño. No es culpa tuya. Ésta... es mi maldición, y no actué bien. Los he presionado a Danny y a ti, esperando... bueno, ya sabes qué esperaba. Si alguien debería sentirlo, soy yo. Apártame a mí y a mis problemas de tu mente. Céntrate en ponerte bien y ser feliz. - Harry depositó un beso en la cabeza de Alex.

-Espero que tú también seas feliz. -Alex le dirigió una mirada llena de disculpas.

La expresión de Harry decía que eso no era posible. Y, maldición, Danny no pudo más que sentirlo por su hermano una vez más. ¿Qué podría hacer para que hiciera las paces consigo mismo?

Tras dirigirle a Alex una última mirada, Harry le dio una palmadita en el hombro. Luego se fue.

Danny no sabía qué decir para romper el silencio. «No había bebé. Vaya». Suspiró. Esperó sentirse aliviado. Y siguió esperando.

«Nada».

Y Alex tampoco decía nada. De hecho, por la manera en que se le estremecían los hombros, sabía que estaba sollozando en silencio. Sintió que se le desgarraban las entrañas. Quería golpear algo y llorar a la vez. Se dio cuenta de que para ella aquello era una dolorosa pérdida.

Maldita sea, sintió un doloroso vacío en su interior. Tristeza. Pena. Pesar. De alguna manera él sentía lo mismo que ella.

Le acarició la espalda con la mano.

-Gatita, no pasa nada.

-¿Que no pasa nada? -Su incredulidad fue como un bofetón-. Para ti es fácil. Como ya no hay bebé, no tienes de qué preocuparte. Vete y celébralo.

«Y una mierda». Comenzó a decirlo, pero se contuvo. Debía ser tierno, gentil. Ella estaba sufriendo

-Mira, gatita. Anoche fui a tu casa a decirte lo que siento por ti. Lo mucho que te amo. Quiero estar contigo. Haya un bebé o no, eso no ha cambiado. He permitido que la muerte de Heather me afectara demasiado tiempo. Y dejé que afectara a mi relación contigo. No puedo decirte cuánto lo siento. Todavía pienso que te mereces a alguien mejor que yo, pero no voy a dejar que nada ni nadie se interponga entre nosotros. Si todavía me quieres, quiero intentarlo.

Ella levantó la cabeza de golpe y la necesidad que vio en sus ojos fue como una puñalada en el corazón. Dios, iba a hacerlo polvo con aquella mirada llena de dolor, esperanza y anhelo.

Luego, Alex hundió los hombros con aire de derrota.

-¿Para qué? Te amo, pero no queremos las mismas cosas.

-¿Qué cosas?

-Yo quiero tener hijos algún día.

Danny esperó sentirse embargado por el pánico ante la idea. Pero sólo pudo imaginar una imagen de Alex oronda y sonriente, resplandeciente de felicidad. Con ella, podría intentar tener hijos. Estaría encantado de tenerlos con ella.

-También yo. No puedo prometerte ser perfecto. En realidad, ni siquiera sé si puedo... -suspiró. Tenía que ser honesto. Y lo sería-. Aún no sé si seré capaz de hacer el amor contigo, yo solo. Pero lo intentaré. Y lo seguiré intentando hasta que funcione. Tú no quieres ser compartida. Yo no quiero compartirte. Sólo quiero amarte tanto tiempo como tú me lo permitas.

Alex abrió la boca al tiempo que entraba el médico en la habitación con el historial en la mano.

De repente se detuvo, como si se hubiera dado cuenta de que estaba interrumpiendo algo. Pero adoptó una pose profesional, miró el historial de Alex y les dirigió una sonrisa.

-Todo está en orden. Todas sus pruebas están bien. Tiene una leve conmoción. Le recetaré algo por si le duele la cabeza. Quiero que vuelva dentro de una semana. Aparte de eso, puede marcharse a casa. ¿Alguna pregunta?

Alex negó con la cabeza.

-¿Quién la acompañará a casa? -preguntó el médico.

Alex tragó aire mientras se le volvían a llenar los ojos de lágrimas. Aquella mirada... Dios, jamás la había visto más hermosa.

Brindándole a Danny una sonrisa radiante, Alex le murmuró al médico:

-Él.
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Este es el penúltimo capítulo... 

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Mrs. L. Poynter & Mrs. Y. Jones


jueves, 20 de septiembre de 2012

Capítulo 49


a hospital for souls

-Esto me resulta bastante embarazoso. Supongo que simplemente debería preguntártelo. ¿Me odias?

¿Que si le odiaba?

-Supongo que te refieres a lo de tu...hum...secreto.

-A mí esterilidad -le ayudó Harry.

-Me cogió por sorpresa. Dije algunas cosas que no debería haber dicho. Eres mi primo. Han pasado demasiadas cosas entre nosotros para que te odie.

Aliviado, Harry alargó el brazo para estrecharle la mano. Danny lo hizo como si fuera un gesto casual, pero sabía que significaba mucho para su primo. Y, en realidad, él sentía lo mismo.

-Gracias. Por si te sirve de algo, lo siento. Jamás tuve intención de engañar ni manipular a nadie. Te quiero y lamento haber jodido las cosas.

-Disculpa aceptada. Pero no hace falta ponerse sentimental.

Harry apenas pudo reprimir una sonrisa.

-Bueno. ¿Qué vas a hacer? Intentarás recuperar a Alex, ¿no?

Danny se encogió de hombros, pero la incertidumbre le corroía las entrañas como una sierra eléctrica. Ojalá supiera la respuesta. Pero, maldita sea, ahora mismo, lo único que necesitaba era abrazarla, saber que estaba bien.

-Ya veremos. ¿Y tú? ¿Qué vas a hacer ahora?

-No lo sé.

-Sé que no es fácil para ti desear tener un hijo y ser incapaz de... En serio, eres un buen hombre, serías un padre fantástico. Lo siento por ti.

Harry soltó un largo suspiro.

-¿Sabes lo que es follar durante horas, hasta que estás cubierto de sudor y todos los músculos de tu cuerpo protestan, hasta que la mujer está al borde de la inconsciencia, sabiendo que jamás la dejarás embarazada?

Sí, podía ver adonde quería llegar Harry.

-Déjame darte un consejo, primo. Creo que deberías de olvidarte de los bebés por una temporada y llamar a Kate. Sospecho que sientes más por ella de lo que quieres admitir. Incluso aunque no consigas un niño, lo pasaras de vicio practicando.

-Me lo pensaré. Desde luego le debo una por aceptar ser compartida por nosotros.

Al fin, se abrieron las puertas del ascensor. Danny salió disparado hacia la habitación de Alex. Corría como si no estuviera seguro de que lo fueran a dejar entrar. Aquellos pasillos tan enrevesados le irritaron.

Encontró la puerta y se detuvo en el umbral.

En la cama, Alex dirigía una mirada perdida hacia la ventana, hacia el aparcamiento. Como si de repente fuera consciente de que ya no estaba sola, volvió la mirada hacia él. Hacia los dos, comprendió al ver que Harry se había detenido detrás de él.

Tenía un moratón en la mejilla y un arañazo en la barbilla. Pero lo que impactó a Danny fueron sus ojos hinchados y la nariz roja. Sin duda, había estado llorando.

-Gatita. -Danny cruzó con rapidez la estancia-. ¿Te duele algo? ¿Quieres que busque a una enfermera para que te dé algo?

Rodeándose con los brazos, Alex negó con la cabeza y lo miró con unos ojos llenos de dolor y vacío.

Sentándose en el borde de la cama, apartó los cables del suero y la atrajo contra su cuerpo.

-No pasa nada. Todo está bien. Cal está entre rejas. Nunca volverá a hacerte daño. No se lo permitiré.

-Lo sé. Gracias por rescatarme -murmuró-. Dougie ya ha llamado tres veces para disculparse.

«Oh, maldita estrellita». Era un tema que hacía que su temperamento se disparase.

-Espero que le dijeras a ese bastardo que no querías volver a verlo -gruñó Danny.

-Sólo llamó para explicar por qué intentó matarme Cal.

-¿Ese idiota te ha llamado para explicarte que su pobre agente estaba hecho polvo?

-Me dijo que Cal había perdido a otra estrella hace más de una década, cuando ésta se casó. No podía decirme nombres, pero al parecer era alguien con una prometedora carrera que prefirió casarse.

-¿Acaso ese idiota te ha pedido perdón por su agente?

-No, sólo me explicó por qué actuó así.

Danny se relajó. O por lo menos lo intentó.

-O sea que Cal iba a deshacerse de ti para que Nicholas no se distrajera y pudiera seguir vendiendo CDs mientras él seguía sacando tajada de todo eso.

-Cal se está haciendo viejo y al parecer no podía permitirse perder a la gallina de los huevos de oro. -Alex se encogió de hombros-. Aunque yo había rechazado a Dougie, se sintió preocupado por las entrevistas y estaba convencido de que si yo no desaparecía del mapa, Dougie se autodestruiría. Así que pensó que sería mejor eliminarme antes.

-Vaya locura. - Harry negó con la cabeza mientras se dirigía al otro lado de la cama y le cogía la mano-. Hola, cariño.

Alex miró a Harry y nuevas lágrimas se deslizaron por su cara. Clavó en él aquella mirada acuosa y comenzó a sollozar de nuevo.

-Eh, vamos. Cal va a pasar unos cuantos años entre rejas. Será muy viejo cuando lo suelten -intentó bromear Danny-. ¿No estarás llorando por él?

Ella negó con la cabeza.

-No es eso. Tengo que decirles algo...no estoy...no hay bebé.

Danny parpadeó aturdido. «¿No había bebé?». ¿Y qué había pasado entonces con todo aquel sexo sin protección cuando la pildora no estaba a pleno rendimiento? ¿Qué pasaba con aquellas malditas líneas azules del test de embarazo?

Harry contuvo el aliento; parecía como si le hubieran dado un puñetazo. Pero en aquel momento, Danny sabía con exactitud cómo se sentía.

-Lo siento... pensé... Jamás me había hecho una prueba de embarazo antes. Supongo que fue un falso positivo. Nunca hubo ningún bebé. Me lo dijeron los médicos esta mañana.

Más lágrimas, cálidas y saladas, resbalaron por sus mejillas. A Danny se le rompía el corazón.
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Mrs. L. Poynter & Mrs. Y. Jones

domingo, 9 de septiembre de 2012

Capítulo 48


Ya deseaba llegar asi que aceleró...

Danny dejó el Hummer en una plaza del aparcamiento del hospital y corrió hacia la sala de urgencias. Sorprendido, se dio cuenta de que le sudaban las manos. ¿Habría recuperado Alex el conocimiento? ¿Serían muy graves sus heridas? No tener ninguna respuesta a esas preguntas le formaba una enorme bola de frustración en el pecho. Y de miedo. No podía olvidarse de eso. Incluso a distancia, pudo ver cómo los paramédicos sacaban a Alex de la ambulancia. Sus hermanos estaban allí esperando. Los había llamado durante el trayecto. Logan
vivía a unas manzanas del hospital por lo que no tardaron en llegar. Hunter observaba con una mirada sombría el avance de la camilla hacia las puertas automáticas y al interior de la sala. Logan parecía a punto de explotar cuando siguieron a la camilla.

Danny se acercó a ellos que lo saludaron con la cabeza.

-¿Son sus familiares? -les preguntó una enfermera entrada en años.

Hunter señaló a Logan y luego a sí mismo.

-Somos sus hermanos

Ella hizo un gesto en dirección a Danny. «Oh, maldición». Aquel rollo de los familiares otra vez. Hunter dio la cara por él esta vez.

-Es quien le ha salvado la vida. Se queda.

Danny soltó un suspiro de alivio.

-¿Algo reseñable en su historial médico?

-No.

-¿Es alérgica a algo?

-A la penicilina.

La enfermera lo apuntó y luego dirigió sus amables ojos azules hacia Hunter.

-¿Está tomando otra medicación en este momento?

Hunter encogió los hombros con rigidez, al parecer molesto consigo mismo.

-No lo sé.

Danny se aclaró la garganta.

-No.

Ambos hermanos lo miraron. Nunca le habían tenido demasiado aprecio, pero ahora... parecían muy agradecidos. Bueno, puede que estuvieran agradecidos en ese momento por haber salvado a su hermana de Cal, pero dudaba que aquel aprecio durara demasiado.

-Gracias -murmuró Hunter.

-¿Algún trauma o conmoción cerebral anterior? ¿Mareos? ¿Desmayos?

-No.

-¿Algo más que deba saber?

Danny tragó aire, esperando. Los dos hermanos negaron con la cabeza. No lo sabían. «Oh, maldición...menuda putada».

La enfermera comenzó a darse la vuelta. Danny extendió la mano para sujetarla del brazo.

-Hay otra cosa. -Inspiró profundamente-. Está embarazada.

-¡Cabrón! -Logan se lanzó sobre él-. Voy a arrancarte los ojos y a metértelos por el culo, bastardo...

-No. Para. No es el momento ni el lugar. -Hunter agarró a su hermano y lo contuvo a duras penas.

-Nada de peleas en el hospital. Arreglen sus problemas fuera -dijo la enfermera con frialdad. Al parecer, ya había visto de todo.

Tras otra anotación en la hoja de registro, la mujer se marchó.

Con resuello, Logan retrocedió.

Pero todavía parecía echar fuego por los ojos. Su mirada verde y llena de furia, prometía dolor. La de Hunter, a diferencia de la de su hermano, era fría y prometía venganza...a su debido tiempo y a su manera.
«Genial».

-¿El bebé es tuyo o de tu hermano? -preguntó Hunter secamente.

-¿O ni siquiera lo sabes? -se burló Logan.

-Es mío. Y no pienso disculparme por ello. Amo a su hermana. Esta noche fui a su apartamento para hablar con ella. Lo que ocurra entre nosotros es cosa nuestra. Pero si se atrevén a disgustarla mientras se recupera -«Si se recuperaba». Danny se giró hacia Logan-, les cortaré los huevos y se los meteré por la boca. ¿Ha quedado claro?

El menor de los hermanos pareció sulfurarse aún más y al parecer estaba dispuesto a continuar con la guerra verbal. Una helada mirada de advertencia de Hunter lo contuvo.

-Gracias a ti, tiene probabilidades de vivir lo suficiente para mantener esa conversación contigo. El resto ya lo aclararemos más tarde, en cuanto Alex se haya recuperado y le den el alta a mi padre.

Con una tensa inclinación de cabeza, Danny se dio la vuelta y se dirigió a una de las mullidas sillas naranja con los brazos de acero de la sala de espera. Los hermanos de Alex tomaron asiento en otras dos sillas más apartadas. Nadie abrió la boca durante horas.

Logan se levantó y se paseó de un lado a otro de la sala. Hunter permaneció sentado sin moverse, pareciendo extrañamente tranquilo, salvo cuando lanzaba una mirada ansiosa a la puerta o a su reloj revelando su agitación interior. Danny lo comprendía. Quizá los hermanos de Alex y él jamás se apreciarían, pero los respetaba. Si él estuviera en su pellejo, también le cabrearía que su hermana estuviera embarazada tras haber sido compartida por dos hombres. Hunter en particular era un hombre frío y tranquilo. De hecho, se estaba tomando las cosas mucho mejor de lo que se las tomaría el propio Danny.

Danny volvió a mirar su móvil para saber qué hora era. Habían pasado tres horas. ¿Por qué demonios no venía ningún médico a traer noticias?

Pasó bastante tiempo antes de que Harry apareciera tras coger el coche y arrastrar su trasero hasta allí. Danny observó cómo su hermano recorría la sala de espera con la mirada tensa y ansiosa. Y aún seguía sin saberse nada. «¿Por qué demonios tardan tanto?».

A las nueve menos cinco de la mañana, Danny se subía por las paredes, estaba dispuesto a darse de cabezazos o cualquier otra cosa si con eso conseguía ver a Alex.

A las cinco de la madrugada, los médicos les habían informado de que Alex se había despertado. Le habían suturado el brazo y hecho innumerables pruebas y análisis, cuyos resultados todavía estaban esperando. Hasta ese momento todo parecía ir bien; además de la herida del brazo había sufrido una leve conmoción cerebral y magulladuras.

Logan y Hunter habían entrado a verla dos horas antes, luego salieron a recoger a su padre, que sería dado de alta ese mismo día. Se preguntó si los hermanos Alex  le habrían comentado algo a su padre sobre su futuro sobrino. Si eran listos, no lo habrían mencionado.

A los que no eran familiares, no se les permitía la visita antes de las nueve. Una regla de mierda. Lanzó una mirada colérica al reloj. ¿Acaso esa jodida cosa iba más lenta de lo normal?

-Respira hondo -murmuró Harry -. Tranquilízate.

-¿Qué? -Danny se encogió de hombros, molesto. Apenas se había movido. Lo sabía porque había utilizado todo su autocontrol para mantenerse quieto.

-Puedo sentir las ondas de preocupación e impaciencia que emites. Está bien. Hunter nos lo dijo antes de marcharse. Hoy le darán el alta.

Pero él todavía no la había visto. No había visto con sus propios ojos cómo se encontraba. Hasta ese momento, no dejaría de estar preocupado.

Dos minutos más tarde, una enfermera se acercó a ellos. Era una rubia joven y guapa, con una boca rosada y plena, pechos grandes y sonrisa acogedora. Pero a él no le interesaba. Harry la miró, se recreó en ella, luego apartó la vista.

-Pueden subir. Tercera planta, habitación 341. Si les pregunta alguien, díganle que Missy les ha dejado pasar. -Señaló los ascensores por encima del hombro, rozándose de paso el seno izquierdo.

«Muy sutil». Danny habría puesto los ojos en blanco si no fuera porque ya corría al ascensor. Harry lo siguió.

El ascensor parecía tardar una eternidad. Si hubiera sabido que aquel artefacto era tan lento, habría utilizado las escaleras. Se agarró las manos delante de él; Harry no parecía nervioso. Pero sí preocupado.

Su primo lo miró a los ojos.

-Esto me resulta bastante embarazoso. Supongo que simplemente debería preguntártelo. ¿Me odias?
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Con amor: 

Mrs. L. Poynter & Mrs. Y. Jones


martes, 4 de septiembre de 2012

Capítulo 47





Alex se acurrucó en la cama en posición fetal, colocó la almohada bajo la cabeza e intentó dormir. No tuvo suerte, pero tampoco la sorprendía. Esos días su vida se parecía mucho a una telenovela. «Un triángulo amoroso, un embarazo no deseado, un posible acosador psicópata». En realidad, sólo faltaba una buena pelea de gatas o alienígenas para rivalizar con cualquier culebrón de sobremesa.

No, no le sorprendía la falta de sueño, aunque llevaba cansada la mayor parte del día; era uno de los síntomas de embarazo, según había oído. Suspiró. Pronto iría a ver al médico para que le confirmara su estado, le diera una fecha aproximada del parto y le explicara qué ocurriría en los siguientes nueve meses. Luego se lo diría a su familia. Alex se encogía de miedo al pensar en cómo reaccionarían Logan y Hunter.

Incorporándose, le dio un puñetazo a la almohada y la recolocó de nuevo. ¿Por qué no lograba encontrar una postura más cómoda...?

«Toc, toc, toc». Una pausa. «Toc».

«¿Qué diablos era eso?». Aquellos ruidos eran extraños y parecían provenir de la salita. Sí, era su primera noche de vuelta al apartamento, pero había vivido allí lo suficiente para conocer los sonidos habituales. Y esos que estaba oyendo no lo eran.

En el piso de arriba vivía una familia con niños que no hacían más que correr de un lado para otro hasta cerca de las once. Los recién casados del piso de al lado mantenían relaciones sexuales todas las noches -por lo menos una vez- y ella podía oír los rítmicos movimientos de la cama contra la pared. Pero ese sonido...era muy sutil. Como si alguien estuviera intentando no hacer ruido.

De hecho, sonaba como si alguien estuviera forzando una de sus ventanas.

Saliendo de la cama, Alex se puso en pie. Agarró con nerviosismo el móvil de la mesilla con una mano húmeda y se presionó el estomago revuelto con la otra. Se aproximó al pasillo con intención de investigar el ruido cuando oyó pasos sobre el suelo de madera. Era un ruido suave, como si alguien estuviera avanzando lentamente. Aquel sonido era muy claro y no dejaba lugar a equivocaciones.

Descalza, atravesó la habitación con rapidez, se metió en el vestidor y cerró la puerta. Luego marcó el 911 y entre susurros le dio su dirección a la telefonista. La operadora le pidió que se quedara donde estaba y que esperara a la policía.

Los pasos sonaron cada vez más cerca, con lo que quedó claro que esperar a la caballería no era una opción. Iba a tener que defenderse ella sola.

En ese momento se sintió orgullosa de todas las horas que había pasado practicando autodefensa y artes marciales con sus hermanos, de cada minuto que había pasado siendo su sparring y todas las pruebas de resistencia a las que se había visto sometida por ellos.

Oyó que los pasos entraban en el dormitorio, se detenían, daban una vuelta por la habitación y luego, se encaminaban al vestidor.

Al apretarse contra la pared interior del vestidor, su mano chocó contra algo sólido, de madera. Sonrió, sintiéndose sumamente agradecida de pertenecer al equipo femenino de softball de la urbanización.

Aquel imbécil estaba a punto de llevarse una buena sorpresa.

********

A Danny le habían sudado las palmas de las manos desde que había salido de Londres. Casi veinticuatro horas después de que Alex hubiera dejado caer la bomba, estaba preparado para hablar con ella. No, tenía que hablar con ella. Así que había conducido a través de la oscura noche, con las entrañas retorciéndose como si estuvieran conectadas a un cable de alta tensión.

Harry le había dicho un montón de verdades. Doce años antes, Danny había sido culpable de muchas cosas. De hacer el amor con una chica emocionalmente inestable. De no pensar bien las cosas. De permitir que las turbulentas emociones de Heather -y las de su familia- ahogaran por completo su lógica.

Pero lo que no había hecho, tal y como su hermano y Alex habían señalado, había sido obligar a Heather a tragarse las pastillas. Era duro de aceptar, pero cierto. Había sido ella quien había escogido aquel camino por razones que él jamás comprendería, pero que no tenían por qué estar relacionadas con el embarazo.

Enfrentarse a su pena de nuevo había conducido a Danny al origen de su culpa, y por fin estaba preparado para comprender en qué momento lo había fastidiado todo con Heather. La había abandonado antes de saber cómo podían haber ido las cosas entre ellos. Primero porque sólo tenía diecisiete años y estaba aterrorizado por el embarazo, luego porque había estado furioso con ella por haberse acostado con otro chico sólo para hacerle daño. No se habían hablado en casi tres semanas. Y después, ella había puesto fin a todo aquello de manera permanente, dejándole lleno de preguntas y remordimientos.

¿Había amado a Heather? Quizá había sido demasiado joven para saber lo que era el amor, pero no había estado preparado para que su relación se terminara de aquella manera, en especial por el suicidio de ella. Mirándolo retrospectivamente, sólo había sido culpable de ser demasiado estúpido y estar demasiado asustado para luchar por lo que podría haber sido.

No volvería a cometer ese error con Alex, sobre todo amándola como la amaba. Si finalmente ponía fin a la relación, sería por elección de ella.

Por desgracia, Danny no se hacía ilusiones; se había comportado como un imbécil después de que Alex hubiera anunciado su embarazo. Como Harry había apuntado, la había tratado peor de lo que había tratado a Heather. La revelación del secreto de su hermano tampoco había contribuido a mejorar las cosas. Pero ahora ya había tenido tiempo para procesar todas las emociones y de decirse a sí mismo que había llegado el momento de hacer las cosas de manera diferente. O por lo menos de intentarlo.

Buscar la dirección de Alex en Internet había sido muy fácil. Tendría que hablar con ella sobre cómo proteger mejor sus datos personales. Pero eso sería más tarde.

Se metió en el aparcamiento del complejo de apartamentos, tratando de encontrar el edificio de Alex en la oscuridad. No estaba bien señalizado, maldita sea. Danny miró a su alrededor con el ceño fruncido. Los edificios estaban distanciados unos de otros, y había zonas de recreo entre ellos. Muchos árboles por todas partes. Muchas esquinas oscuras. Ningún puesto de seguridad.

¿Por qué ninguna mujer -el sexo más vulnerable-pensaba jamás en la seguridad antes de elegir un lugar para vivir?

Quizá tras esa noche, Alex dejaría aquel lugar y se iría con él; entonces la falta de medidas de seguridad no sería un problema. Él era un experto en eso. Demasiado. Pero antes tenía que descubrir si ella quería tener algo que ver con él.

Encontró el edificio de Alex al final del complejo, al lado de un solar vacío y rodeado de grandes árboles que arrojaban sombras bajo la luz de la luna. Alex vivía en un apartamento de la planta baja. Y cuando pasó por delante de él observó que una de las ventanas estaba abierta de par en par.

Con una imprecación, aparcó el Hummer, preguntándose por qué coño ella no había cerrado la ventana y conectado el aire acondicionado. ¿Por qué Logan y Hunter habían permitido que viviera en un lugar tan desprotegido? ¿Por qué no le habían advertido sus hermanos sobre el peligro que suponía para una mujer que vivía sola dejar las ventanas abiertas a expensas de cualquier pirado que consideraba la violación y la tortura puro entretenimiento.

Tras cerrar el vehículo, Danny llamó a la puerta de Alex, y esperó en el silencio de la noche apenas roto por el chirrido de los grillos.

«Nada».

Frunció el ceño. Quizá estaba profundamente dormida. O quizá ni siquiera estaba allí. «¿No se te había ocurrido pensar en eso, imbécil?». Había escuchado en la radio que ella había sido vista en un pequeño restaurante almorzando con el idiota de la voz de falsete. ¿Volvería Alex a sentir algo por Dougie de nuevo? Danny no podría culparla después de la manera en que la había tratado, pero Dios... sólo de pensarlo le hacía querer golpearlo.

Sacó el móvil y la llamó. No hubo respuesta. Debía de haber visto el identificador de llamadas y decidido ignorarlo. Tenía que ser eso.

Danny quiso estrellar el teléfono contra la jodida puerta. La frustración hervía en su interior, a punto de ebullición, como si fuera algún tipo de experimento científico en un tubo de ensayo a punto de explotar. Pero no pensaba darse por vencido. Hacía mucho calor esa noche, tal vez incluso lloviera. Pero no le importaba. Pensaba quedarse esperando delante de su puerta toda la noche -días, si fuera necesario-hasta que ella volviera a la casa.

Danny hundió los hombros. No podía fingir que no le dolía que ella no quisiera hablar con él. Y si no dejaba de recorrer mentalmente aquel camino de nuevo, comenzaría a llorar como un bebé. Otra vez. No quería perder la compostura cuando se enfrentara a ella, quería mirarla de frente y prometerle que haría todo lo posible para ser el hombre que ella necesitaba.

Pero ¿sería realmente ese hombre? Su inseguridad en sí mismo lo azotó como un látigo cruel.

Apoyando la frente en la puerta, Danny luchó contra sus demonios interiores que seguían empeñados en mermar sus esperanzas. Cerró los puños contra la puerta, deseando que ella estuviera allí para poder abrazarla. La amaba con todo su ser... Amaba su sensatez y su agudo ingenio. Aquella vena traviesa que nunca dejaba de sorprenderle. La manera en que afrontaba la vida. Todos aquellos sentimientos y emociones que había compartido con él cuando estaba con ella...dentro de ella. Dios, ojalá volviera con él.

Un ruido -¿un gruñido?- lo arrancó de sus pensamientos. Aunque débil, aquel sonido estaba completamente fuera de lugar. Un gruñido masculino había salido del apartamento de Alex.

Danny frunció el ceño y se acercó a la ventana. Oyó otro sonido que no conseguía ubicar. Un choque, como algo golpeando contra la pared.

«¿Qué coño estaba pasando allí?». La ansiedad se enroscó en su estómago. Era ella... ¿habría llevado a otro hombre -quizá a Dougie- a su cama? No. No podía creerlo... no, no de Alex. Ella no era Heather. Pero Danny todavía no sabía a qué se debían esos sonidos. Sólo sabía que estaban fuera de lugar.


Colándose por la ventana, Danny sacó su SIG Sauer por si las moscas. Rodeó el sofá, pasó por delante de la cocina y recorrió el pasillo con el arma apuntando hacia delante. Contuvo el impulso de lanzarse a la carga como un toro. Tenía que proceder con tiento hasta saber qué diablos estaba pasando.

Un chillido agudo rasgó la noche, y un escalofrío le recorrió la espalda. «¡Alex!».

Maldición.

Precipitándose por el pasillo hacia el origen del sonido, llegó al dormitorio. Estaba oscuro y vacío, con la cama deshecha. Los sonidos de una lucha en el cuarto de baño le hicieron girar la cabeza en esa dirección. Venían de detrás de la puerta cerrada dentro del cuarto de baño. ¿Del vestidor? Si ese hijo de perra había dañado un solo pelo de la cabeza de Alex, iba a comer durante el resto de su vida por una pajita después de que recibiera el primer puñetazo. Si recibía otro más, aquel cabrón no necesitaría ni pajita ni comida ni nada.

Acercándose sigilosamente hacia la puerta cerrada, Danny intentó escuchar. No quería poner a Alex en peligro por precipitarse como un idiota.

-Pon el bate de béisbol en el suelo -gruñía el hombre-, no quiero hacerte daño.

A continuación se escuchó un golpe sordo y un gruñido.

-¡Perra! Me has hecho daño.

Alex le había acorralado. Bien. Aquel bastardo no era demasiado hábil y ella todavía estaba viva. Aquellas eran buenas noticias. Danny no sabía si volvería a conquistarla, pero sí sabía que iba a salvarla.

De repente, Alex soltó un grito.

-Maldita sea, muere como una buena chica.

«¡No!». El grito de terror de Alex atravesó las paredes y desgarró las entrañas de Danny.

Danny destapó la botella de sus emociones -miedo, culpa, frustración, rabia- y las dejó volar mientras echaba abajo la puerta del vestidor e irrumpía en el pequeño cuarto. Allí no había más que oscuridad, pero vio el contorno del cuerpo de Alex en el suelo, y cómo se golpeaba su cabeza contra la pared. La sangre resbalaba por su torso.

«Oh, no. ¡Demonios, no! Dios...».

Embargado por la furia, Danny se giró con rapidez, agarró al extraño por el cuello y lo empujó contra la pared. Un destello metálico llamó su atención. Esquivó el filo y cerró los dedos en torno a la garganta del hombre. Con la otra mano, acercó el cañón de su arma a la frente de aquel hijo de perra.

-Tira el cuchillo al suelo.

El extraño vaciló. Danny podía oír sus ásperas boqueadas, podía oler su miedo, sentir sus temblores. No era suficiente. Quería ver cómo aquel bastardo se desangraba, cómo se retorcía de dolor, cómo se estremecía bajo sus manos mientras rogaba piedad.

Liberar a su salvaje interior.

Apartando aquéllos pensamientos a un lado, Danny le dirigió al hombre una mirada letal.

-No necesito más razones para acabar contigo, cabrón. Tira el cuchillo.

El extraño vaciló indeciso. Danny apretó el arma, y presionó la palma de la mano contra la tráquea del hombre. Aun así éste no cooperó.

Y Danny no tenía ni idea de si la vida de Alex estaba escurriéndosele entre los dedos en ese momento.

-Voy a acabar contigo. -El dedo de Danny comenzó a apretar el gatillo.

El extraño debió sospechar que Danny hablaba en serio y soltó el cuchillo. Cayó sobre la bota izquierda de Danny.

Pisándolo para que no pudiera cogerlo de nuevo, Danny contuvo las ganas de agredir al hombre, pero Alex necesitaba su ayuda ahora.

Danny señaló la esquina más alejada del vestidor.

-Siéntate ahí con las manos donde pueda verlas. No te muevas. Si se te ocurre mover un solo dedo, mi buena amiga SIG Sauer y tú van a llegar a conocerse muy bien, ¿me has entendido?

Bajo la palma de la mano, Danny sintió que el hombre tragaba aire. Luego asintió con la cabeza.

Resistiendo el impulso de aplastarle la tráquea por puro placer, Danny retrocedió, apuntó con el arma al asaltante, y observó cómo su sombra se acercaba a la pared y se hundía en el suelo.

Sin apartar la mirada, Danny guardó el cuchillo y encendió una luz.

El intruso llevaba una careta. Como en un programa de televisión.

Pero fue lo único que pasó por su cabeza antes de dejarse caer de rodillas al lado de Alex, buscando el origen de la sangre con una mano mientras sostenía el arma que apuntaba al hombre en la otra.

«Oh, maldita sea. Oh, Dios...deja que viva».

Se sintió invadido por el pánico de nuevo, pero lo apartó bruscamente a un lado. «Piensa. Contrólate, razona».

Danny la examinó con rapidez. Alex había perdido el conocimiento, pero su corazón palpitaba con un ritmo constante. Respiraba. Tenía un corte profundo en el antebrazo. Tendrían que darle unos puntos en cuanto fuera posible. Danny cogió una camisa de una percha y presionó la herida con ella. Lo más probable es que hubiera sido causada por el cuchillo del extraño al levantar el brazo para defenderse de él. No quería ni imaginar el terror que debía de haber sentido al ver venir el cuchillo hacia ella...

Le dirigió al hombre una fría mirada de furia.

-Como se muera, te mato. ¿Has entendido?

La cabeza bajo la careta asintió temblorosa.

No encontró ninguna otra herida, pero el pánico creció en él. ¿Por qué demonios seguía inconsciente? Se había golpeado la cabeza al caer. ¿Habría sido grave?

Danny abrió el móvil y llamó al 911. Les dio la dirección de Alex.

-Ya hay varias unidades de policía en camino, señor. Llegarán en dos minutos.

Así que Alex había llamado ya. Una chica lista, su gatita. «Resiste, nena».

-Necesito que envíen una ambulancia también. Está inconsciente. -Luego colgó.

-¿La has drogado?

-No -dijo una voz rota.

-¿Violado?

-No.

-Pero querías matarla, maldito idiota -gruñó Danny-. Quítate la careta.

El hombre vaciló y Danny levantó la SIG.

-¡Ahora!

El hombre se la quitó y Danny se lo quedó mirando fijamente.

-¿Qué diab...? Tienes al menos cincuenta y cinco años. -¿No era un poco mayor para dedicarse a asaltar casas?

El extraño se aclaró la garganta.

-Tengo sesenta y dos.

-¿Te gusta acosar a las mujeres, abuelito? -aquel pensamiento le hizo querer estrangular a aquel vil hijo de perra.

-No. No es nada personal. No quería hacerle daño. Sólo quería que se mantuviera lejos.

Danny apretó el arma.

-¿Lejos de qué?

Silencio

-¡Será mejor que me des una respuesta! -gritó Danny-. Se me está acabando la paciencia.

-De la carrera de Dougie Poynter. Ella ha intentado acabar con ella unas cuantas veces y a él ni siquiera le importa. Dougie está cargando contra la prensa... se está autodestruyendo. Explotando. Va a destruir su carrera y a todos los que le rodean, por culpa de esta mujer.

Un abuelete obsesionado con la carrera de Dougie. Por lo que Alex les había contado a Harry y a él sobre Dougie, aquel era su agente. ¿Cómo se llamaba...? ¿Cal?

-Ya soy demasiado viejo para empezar de nuevo. -La voz del hombre era temblorosa.

Aquel hombre estaba derrotado. Había sido una estupidez pensar que aniquilando a Alex se resolverían sus problemas. Si la policía no aparecía pronto, Danny no sabía si podría controlar su furia y sus deseos de venganza lo suficiente para que quedara algo de él cuando finalmente lo detuvieran. Pero tenía que contenerse. Aquel cretino acabaría en una celda.

-Continúa -le dijo al hombre-. Cal, ¿no?

-Sí -dijo el agente con cautela.

-¿A qué te referías con empezar de nuevo?

Él vaciló.

-Creo que no volveré a abrir la boca sin mis abogados delante.

A los tres minutos, se desató la locura en el apartamento de Alex. Varias unidades de policía irrumpieron en el lugar. Danny cogió al sospechoso por la nuca y le instó a caminar apuntándole con el arma. Después de que la policía verificara las credenciales de Danny, él centró la atención en los paramédicos que atendían a Alex.

Les indicó el corte del brazo.

-¿Por qué está todavía inconsciente?

-¿Es usted familiar?

«Oh, maldita sea».

-Es mi...-¿Amiga? ¿Novia? ¿Soy el padre de su hijo?-. Es mía.

-¿Su esposa?

-Aún...no.

-Lo siento. No podemos dar información a nadie que no sea de la familia. -Le contestó uno de los paramédicos mientras la subían a una camilla.

Danny no pudo resistir acariciar la cara y el hombro de Alex cuando pasaron por delante de él. Los siguió a la ambulancia.

-Déjenme ir con ella.

-Lo siento, señor. Sólo familiares.

«¡Sólo jodidos familiares!».

-¿Dónde la llevan? Y no vuelva a repetirme lo mismo. Voy a avisar a su familia ahora.

El paramédico le dio el nombre de un hospital. Danny no lo conocía, pero lo encontraría.

-Voy a seguirles.

-Puede intentarlo.

Danny contuvo el deseo de responderle con un bufido. Andaría a gatas sobre cristales para asegurarse que Alex estaba bien. Seguir a una ambulancia sería un juego de niños.

Observó cómo metían a Alex en la ambulancia. A través de las ventanillas de las puertas traseras, pudo ver cómo la estabilizaban. Alex había perdido mucha sangre. Y aún no había recobrado el conocimiento.

Alguien puso en marcha la ambulancia, y Danny se dirigió al Hummer, subió de un salto y condujo como un loco por el aparcamiento para seguir a la ambulancia por la calle solitaria hacia el hospital...con un mal presentimiento.

Puede que no se hubiera tomado un bote de pastillas como Heather, pero si a Alex le pasaba algo también...

Sujetando el volante con fuerza, Danny apartó aquellos pensamientos de su cabeza. «No. ¡Maldita sea, no!». Amaba a Alex. La necesitaba a su lado. Siempre. Con bebé o sin él. Con muchos más niños si ella quería. Intentaría ser el mejor para ella. Lo intentaría todo. Todo. Durante toda su vida.
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Capítulo 4 de 4 :D

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