
A la una, Alex estaba sentada en la terraza de su
restaurante favorito. El área estaba sombreada por los robles que bordeaban la
tranquila calle. Algo que ayudaría a mantener la privacidad. Alex tiró de la
camiseta que se le pegaba a la piel. Esperaba que el calor mantuviera a los
mirones dentro del fresco interior del restaurante.
Diez minutos más tarde, Dougie se abría paso por
la puerta que daba a la terraza. Se giró e hizo un gesto con la mano. Alex
frunció el ceño hasta que vio a un ceñudo Cal tras una de las ventanas.
-Insistió en estar presente por si me acosaban.
Sin embargo, se quedará dentro. Esta comida es privada, sólo para nosotros.
¡Demonios, qué calor hace! -Se quitó la chamarra de cuero que llevaba puesta
sobre una camiseta gris, pero no se quitó las gafas de sol.
Alex suspiró, luego observó que la camarera se
acercaba con dos vasos de agua.
-Espero que todo sea de su agrado.
La joven con unos pantalones cortos fingió no
reconocer a Dougie mientras tomaba el pedido, pero por la manera en que su
cuerpo se tensaba de excitación y cómo lo miraba de reojo, estaba claro que no
podía engañar a nadie.
-Un bocadillo de pavo con brotes y queso cheddar
en pan de baguette y una cola dietética. Marchando, señor Poynter. -Su voz sonó
aguda por la emoción.
Intentando no poner los ojos en blanco, Alex pidió
una ensalada de huevo con fruta. Luego, a regañadientes, la camarera les dejó
en paz. Tras una larga pausa, Dougie tomó un sorbo de agua y después deslizó el
dedo por el vaho del vaso.
-Gracias por reunirte conmigo.
-Será la última vez hasta que aceptes el hecho de
que no nos vamos a casar. ¿Cómo se te ocurrió anunciar el compromiso sin
preguntarme primero?
-Simplemente se me ocurrió. Ya lo habíamos hablado
antes. Tú eres una buena influencia para mí, y no me gusta a dónde se dirige mi
vida.
-Entonces cámbiala -le propuso Alex-. Pero yo no
puedo hacerlo por ti.
Él la miró por encima de las gafas de sol.
Aquellos ojos inyectados en sangre la miraron suplicantes mientras tomaba las
manos de ella entre las suyas.
-Puedes ayudarme. Contigo soy más fuerte.
Consigues que quiera ser mejor persona.
-Tienes que querer ser mejor persona por ti mismo.
No puedes ponerme como una excusa para cambiar o no tu vida. Si lo que quieres
es liberarte, despide a Tom. Él sólo quiere que lleves una vida tan decadente
como la suya. Olvídate de esas fiestas. Hazle caso a Cal. Puede que sea brusco
y serio, pero intenta evitar que te autodestruyas. -A la vez que mantenía la
reputación de niño malo de Dougie, para vender montones de CD y descargas
iTUNES, pero eso era otra historia.
-Eso haré -le prometió-. Ves, eres tan lista que
contigo puedo enfrentarme a todo.
-Pero eso puedes hacerlo solo. Sólo tienes que
proponértelo.
Dougie se quitó las gafas de sol para revelar una
cara cansada y alicaída.
-No te culpo por no querer ayudarme. Me comporté
muy mal contigo cuando viniste a la gira. No debería haberme tirado a la rubia
de Tom. Y el video... Dios, fui un estúpido. Lo siento de veras. Pero es que me
volvía loco de deseo cuando estaba cerca de ti, aunque no quería tocarte. Cada
vez que lo pensaba o lo intentaba me sentía como un corruptor de menores o algo
por estilo. ¿Cómo iba a corromperte? Eres demasiado inocente.
-No. Ya no.
Dougie se quedó paralizado.
-¿Le diste tu virginidad al idiota del teléfono?
- Dougie, me enamoré de él. Ya estaba enamorada de
él antes de ir a la gira contigo. Él hizo todo lo que pudo para alejarme,
pero...
-Más bien diría que encontró la manera de meterse
entre tus piernas -gruñó-. ¿Dónde está ahora?
Alex suspiró.
-Algunas veces las cosas no salen bien. Igual que
con nosotros.
-No digas eso. Ven conmigo. Cuidaremos el uno del
otro.
-No. Estarás bien sin mí. Sólo tienes que hacerte
a la idea. Hacer lo que es correcto. Te has hecho famoso y rico muy joven. ¿Qué
hubieran querido tus padres que hicieras? ¿Quieres tener que contarles a tus
hijos esta parte de tu vida? Ciertamente no querrías contarles que durante tus
giras la gente esnifaba cocaína y se montaban orgías en tu habitación. Ni que
uno de los de la banda y tú manteníais sexo anal con una desconocida. Dedícate
a hacer cosas de las que te sientas orgulloso.
-No vas a cambiar de idea, ¿verdad?
Ella negó con la cabeza.
-Siempre estaré disponible por teléfono o correo
electrónico. Cuando vengas a la ciudad, podemos quedar como hacen los viejos
amigos. Siempre podrás contar conmigo.
Dougie parecía triste, como si se le hubiera
muerto su perro. Se puso en pie, rodeó la mesa y la arrancó de su silla para
tomarla entre sus brazos.
-Eres una mujer muy especial.
Alex sonrió. Dougie le cubrió la boca suavemente
con los labios. Un beso de amigos. De despedida.
De repente, un zumbido eléctrico rompió la
quietud, seguido por el sonido de pasos, muchísimos pasos. Otro zumbido
eléctrico. Un flash y luego chillidos femeninos.
Alex parpadeó aturdida y se apartó para descubrir
que los dos estaban rodeados. Había un montón de fotógrafos haciendo fotos sin
parar. Y jóvenes quinceañeras que no dejaban de pegar saltos, algunas
sometiendo a duras pruebas a sus sujetadores, mientras miraban fijamente a Dougie
con adoración.
-¿Podrías darme un autógrafo? -preguntó una.
-¿Qué estás haciendo aquí? -preguntó la camarera
horrorizada-. ¡Se supone que era un secreto!
-¡Tenía que verlo! -protestó la admiradora que
había pedido el autógrafo.
-¿Vas a casarte con ella? -preguntó otra de las
admiradoras mirando a Alex con desdén.
Ninguno de los dos respondió.
Los fotógrafos siguieron sacando fotos de Dougie
mientras firmaba un autógrafo en el cuaderno de la chica y se lo devolvía con
aquella sonrisa falsa que parecía colgar de sus orejas.
-¿Podrían dejarnos solos? -le dijo Dougie a la
prensa-. Estamos intentando comer.
-Contesta a la pregunta -gritó un paparazzi-. ¿Vas
a casarte con la señorita Alex?
-Lo lamento mucho -balbuceó la camarera
consternada.
Dougie la ignoró y miró a los fotógrafos con el
ceño fruncido.
-Ya tienen las fotos. No voy a responder a las
preguntas. Déjennos en paz.
-Eres un personaje público -se mofó uno de los
periodistas, y luego captó con la cámara la mueca de disgusto de Dougie.
Como para puntualizar ese hecho, fueron
apareciendo más personas por la calle, que querían saber a qué se debía el
creciente gentío. La muchedumbre era cada vez mayor. El sonido se convirtió en
una cacofonía de voces y cámaras. Una furgoneta se detuvo a unos metros. Era de
una de las cadenas de televisión locales. «Genial. ¿Cómo se habrían enterado
con tanta rapidez?
Una de las admiradoras extendió la mano para coger
la camisa que Dougie había dejado en el respaldo de la silla. Soltó un grito de
excitación mientras se llevaba la prenda a la nariz e inhalaba su olor. Alex
apenas podía contener el asombro cuando Dougie intentó acercarse a la chica
para quitársela, pero ella se escabulló con facilidad entre el gentío. Otras
chicas la siguieron intentando hacerse con la camisa.
«Santo cielo, ¿acaso Dougie tenía que lidiar con
eso allá a donde iba?».
Cal apareció al lado de Dougie y le murmuro:
-Cada vez hay más gente. Creo que deberías irte.
-¿Cómo descubrieron que estaba aquí?
Cal se encogió de hombros.
-Lo más probable es que fuera la camarera. No
importa. Esto acabará por descontrolarse si no te marchas ahora. Coge el coche
y vuelve al hotel. Yo me aseguraré de que Alex llegue bien a casa.
Dougie parecía enfadado, como si lo estuvieran
forzando a hacer algo que no quería y se sintiera impotente por no poder
impedirlo.
-Está bien. Es lo mejor. -Alex le tocó el brazo
para tranquilizarlo.
Sonaron un montón de clics para captar el momento.
-¿Vas a casarte con la señorita Alex? -volvió a
insistir el periodista de nuevo-. ¿Qué opinas de aquellos que dicen que un
matrimonio arruinará tu carrera?
-Si se casa, no me compro ni un solo CD más
-afirmó una admiradora maliciosa.
-Saber que pertenece a otra mujer destruye
cualquier fantasía -oyó Alex que le decía otra de las chicas al reportero.
Dougie ignoró a todo el mundo y miró a Alex con
pesar.
-¿Estarás bien?
-Ya has oído a Cal. Él me seguirá para asegurarse
de que llego sana y salva a casa. Vete antes que todo esto se convierta en un
circo. Llámame cuando estés libre y hablamos.
Él suspiró resignado y le susurró al oído:
-De verdad que te amo.
Alex sabía que, a su manera, sí lo hacía. Pero
había llegado el momento de que él se valiera por sí mismo, como tendría que
hacerlo ella.
-Cuídate.
Dougie la besó en la mejilla, y Alex intentó
ignorar los flashes de las cámaras. Vaya, esa podía ser una foto de portada. Y
si así era, ¿podría realmente perjudicar la imagen de Dougie, a su carrera? Ésa
era otra razón más por la que él estaría mejor sin una esposa en ese momento.
Cuando Dougie se giró y se alejó, Alex se lo quedó
mirando. Él sorteó una pequeña valla y se dirigió con rapidez hacia su coche.
La multitud lo siguió, las cámaras, las admiradoras.
Una extraña quietud cayó sobre Cal y ella.
-Vaya locura -dijo ella mientras el gentío
desaparecía calle abajo.
-Así es el mundo del espectáculo.
-¿Le perjudicaría realmente que nos casásemos?
La simple idea le parecía inconcebible. En su
opinión lo único que debería importar allí es si les gustaba o no su música.
-Ya lo has oído. La mayor parte de los admiradores
son mujeres que ven a Dougie como un buen polvo. Si ven que lo ha cazado otra
mujer, pierden el interés. ¿Estás preparada para ir a casa? -preguntó Cal.
-Claro.
-Te seguiré en mi coche, para asegurarme de que nadie
te sigue.
Sin emoción. Sin expresión. Cal era un profesional
en todo momento. Ahora mismo Dougie necesitaba a alguien así. Alex sólo
esperaba que lo escuchara.
Cuando se dirigían hacia el aparcamiento, un
Maserati Spyder de color gris,
pasó zumbando ante ellos, haciendo chirriar las
ruedas al girar por la calle principal. Dougie. Se había ido. Lo más seguro es
que lo hubiera hecho para siempre, lo que estaba bien. Cada uno de ellos tenía
una vida por delante. Y era asunto de Dougie elegir cómo quería vivir la suya.
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Capítulo 3 de 4
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