Tres días más tarde, después de
que su padre se hubiera instalado en casa de Logan y después de que se
apaciguara un poco el fervor desatado por los medios de comunicación sobre el
intento de asesinato de Cal, Danny llamó a la puerta de Alex a las ocho en
punto de la noche, tal y como ella le había pedido. Llevaba un ramo de flores
en una mano y con la otra intentaba aflojarse el nudo de la corbata que parecía
estrangularle. Pero quería presentar su mejor aspecto.
Tratarla como era debido.
Hacerlo lo mejor posible. Aquella noche iba a ser la prueba de fuego. Cuando se
arreglarían o romperían las cosas entre ellos.
Alex abrió la puerta vestida
con vestido negro corto con un gran escote, que parecía diseñado para que a él
se le salieran los ojos de las órbitas. Maldición, si tenía que mirarla durante
toda la cena llevando eso puesto, iba a sufrir una auténtica tortura.
-Hola. -Alex cogió las flores
que le tendía, dio un paso atrás y lo invitó a entrar.
Intentando disimular lo mejor
que pudo el estremecimiento que le provocaron esos pensamientos, Danny subió
los escalones de la entrada y cerró la puerta. La mesa estaba dispuesta con
velas, y en la sala sonaba una música sutilmente erótica. Olía muy bien. A
comida italiana.
Pero cuando Alex se dio la
vuelta para buscar un jarrón donde poner las flores, él vio que el vestido
dejaba la espalda al aire y aquella necesidad de tocarla lo golpeó de lleno.
Incluso así, se sintió muy
nervioso. ¿Y si no podía hacerlo con ella, él solo? Quería hacerlo, Dios lo
sabía, pero...
Antes de que Danny pudiera
continuar con aquellos destructivos pensamientos, agarró a Alex por los brazos
y la estrechó contra su pecho, acariciándole las caderas. Sin duda, ella
notaría al instante lo duro que le ponía.
-¿Te has puesto eso para
volverme loco? Pues funciona.
Ella le brindó una mirada
descarada por encima del hombro casi desnudo. Danny había pensado que no podría
llegar a estar más duro. Alex le hizo darse cuenta de que no era así.
-Mmm, tengo que pedirte un
favor.
-¿Un favor? ¿Cuál? -La
expresión femenina no revelaba nada.
Alex dejó las flores sobre el
aparador y alzó los brazos hasta su cuello, subiéndole la temperatura unos
cuantos grados más. Oh, sí, el deseo de hacer el amor con ella, estaba allí. De
eso no cabía duda. Sólo tenía que...seguir con ese pensamiento.
-Quiero saber de qué manera te
gusta mantener relaciones sexuales -le acarició con la mano el abdomen, el
pecho y el hombro-al estar solos tú y yo.
Danny tragó aire. Unas semanas
atrás, cuando había acudido a su casa buscando su ayuda, le había dicho unas
palabras muy parecidas. Él había pensado que era una locura, y ella había
hablado como si su vida sexual fuera algo del otro mundo. Ahora lo era... por
lo menos para él.
No había hecho el amor con una
mujer él solo desde Heather.
Esa noche, tenía que
intentarlo. Por el bien de ella. Por el bien de los dos.
-No estoy seguro de eso.
-Aquella honestidad resultaba dolorosa, pero tenía que ser sincero.
-Lo resolveremos juntos.
Primero cenamos o... -Alex dirigió la mirada al pasillo en penumbra.
La luz de las velas iluminaba
la salita con un resplandor dorado. Y, demonios, Alex olía a algo
categóricamente comestible. Pero aun así, vaciló. No tenía prisa en quedar en
evidencia si al final fracasaba aquella noche. Pero cenar primero tampoco le
iba a ayudar a mantener el miembro duro como una piedra si resurgían sus
miedos.
Danny respiró hondo, intentado
tranquilizarse.
-NO. Definitivamente no.
-Buena elección. Deja que
apague el horno...
Alex desapareció unos momentos.
La oyó en la cocina, ajustando los botones, abriendo el horno, cerrándolo de
nuevo. Cuando volvió a aparecer, le ofreció una cerveza fría mientras sostenía
una copa de vino en la otra mano.
Tomando la botella que le
ofrecía, se tomó media de golpe. Alex se mordisqueó el labio inferior mientras
lo observaba.
-Podríamos hablar antes.
-Nada que digamos va a cambiar
el resultado de esta noche. -Él sólo tenía que meterse en la cabeza que Alex
era exclusivamente suya y que tenía que actuar en consecuencia.
Decidido a que su primera vez
juntos y solos resultara tan bien como fuera posible, Danny dejó la cerveza a
un lado e hizo lo mismo con la copa de ella. Luego cogió a Alex en brazos y se
encaminó al dormitorio.
Había velas por todas partes,
iluminando la estancia con suaves tonos crema, verde salvia y canela. Era muy
hermoso. Como ella.
Y estaban solos.
Danny apartó de sus
pensamientos todo excepto a Alex, mientras la dejaba sobre la cama. Las manos
femeninas revolotearon con nerviosismo, aterrizando en el estómago de ella,
atrayendo la atención hacia los puntos del antebrazo. Al verlos se le ensombreció
el ánimo.
Alex había pasado por muchas
cosas: había sido compartida cuando no era lo que ella deseaba, por un atentado
contra su vida, un embarazo que había resultado falso y que había dado lugar a
sus revelaciones sobre Heather y aquella terrible discusión. Pero, a pesar de
todo eso, seguía siendo asombrosamente fuerte. Lo que podría haber ocurrido con
Cal sirvió para recordarle que la vida era demasiado corta y que debía
aferrarse a la mujer que deseaba y amaba.
Todo lo que tenía que hacer era
acariciarla, tomarla y nunca dejarla ir.
En cuestión de segundos, la
desnudó, dejándola sólo con una sonrisa. Las ropas de Danny desaparecieron a
continuación. Pero en cuanto colocó las manos sobre la piel desnuda de Alex,
comenzó a pensar de nuevo. ¿Y si al final todo resultaba un absoluto fracaso?
Soltando un suspiro de
preocupación, Danny le cubrió el cuerpo con el suyo y la besó febrilmente,
hundiéndose con dureza en su boca, reclamándola. Fracasar no era una opción. La
verdad era que no quería estar en ningún otro lugar. Jamás querría que hubiera
nadie con ellos o cerca de ella. Iba a tener que conseguir que aquello
funcionara. Alex era suya. Aquella tentadora piel cremosa, era de él.
Los hermosos pezones duros como
bayas, también. El adictivo sabor del néctar de Alex en su lengua o los gritos
de deleite cuando ella se aferraba a las sábanas mientras él la saboreaba con
placer, sólo podían ser suyos. Alex era suya. Sólo suya.
Volviendo a subir por el cuerpo
femenino, Danny suspiró sobre las curvas delicadas, luego gimió cuando la mano
de Alex se cerró sobre su erección. Demonios, no necesitaba excitarle más. Se
sentía lo suficientemente duro como para taladrar el cemento.
Pero quería acariciarla,
celebrar que la tenía entre sus brazos. Protegerla, abrazarla. Amarla. También
quería follarla... de todas las maneras posibles. Aquello era una buena señal.
El temor luchaba contra el deseo... pero no era el temor habitual. No era
pánico a un embarazo inesperado. Era miedo a defraudarla. Aunque cada célula de
su cuerpo estaba centrada en la hirviente necesidad de estar dentro de ella y
en la ardiente determinación de hacerlo realidad.
Acomodándose entre los muslos
de Alex, rozó sus labios sobre los de ella, luego se hundió en su boca,
saboreando el deseo y la esperanza en su lengua. Se recreó en la boca femenina
una y otra vez. Y otra más. Maldición, no parecía tener suficiente. No podía
creer la suerte que tenía tras una década de no considerarse digno de una
mujer, y mucho menos de una tan maravillosa como ella.
Todo lo que tenía que hacer
ahora era reclamarla...
-Quiero... quiero hacer el amor
contigo esta noche. Todas las noches, gatita. Me alegro de que seas mía. Me siento
muy afortunado.
-Yo soy la afortunada. Cuando
me miras así, me siento amada.
-Lo eres. -Danny le besó
tiernamente la boca-. Eres amada.
-¿Y no quieres demostrármelo?
-arqueó las caderas hacia él en una descarada invitación.
-Dios mío, sí.
Alex le mordisqueó el hombro y
trazó un sendero de besos por su cuello.
-Todavía estoy tomando la
pildora, pero por si acaso, los condones están en la mesilla de noche.
Iban a hacerlo realmente, sólo
ellos dos. Danny vaciló, esperando la involuntaria reacción de pánico. Pero no
llegó.
-Pase lo que pase, lo
resolveremos juntos, ¿de acuerdo?
-Sí.
El tono tranquilo de Alex
reverberó en su corazón, lo único jodidamente blando. El resto de su cuerpo
estaba... tenso, rígido. Desde los hombros a las puntas de los dedos. Por los
nervios, por la anticipación. Jamás había necesitado ni temido tanto algo.
-Durante tres días, no he
podido pensar en otra cosa que no fuera en sentirte dentro de mí.
Luego, Alex le rodeó las
caderas con las piernas. Maldición, su sexo se apretaba contra su polla. Y
estaba mojado. «Oh, demonios». Danny comenzó a sudar. Su corazón latía a la
misma velocidad que un avión supersónico. También él había pensado en ella. De
forma obsesiva.
¿Cómo sería finalmente poseerla
a solas? ¿Reclamarla como suya?
Alex le mordisqueó el lóbulo de
la oreja, provocándole un nuevo estremecimiento.
-Va a ser genial. Te he echado
de menos. Te miro y me duele.
Bueno, él sabía exactamente a
qué se refería. Danny se sentía igual.
Reaccionaba de la misma manera.
Estaba tan condenadamente duro y rígido que hubiera jurado que toda la sangre
de su cuerpo se había concentrado en su erección. Hizo una mueca, luego tanteó
hasta que el glande se alojó contra la entrada de la vagina.
«Maldición». Ahora estaba
cubierto de sudor. Danny tragó aire. Alex tenía que sentir el pesado resonar de
su corazón contra los pechos, y el rudo agarre de sus dedos en las caderas.
Tenía intención de ser tierno, gentil. Pero cada músculo de su cuerpo estaba
tenso.
-No puedo esperar a tener todo
tu duro miembro dentro de mí, poseyéndome, llevándome a la locura.
¿Acaso Alex no sabía que
aquellas palabras sólo lo excitaban más? Iba a perder las últimas briznas de
control si seguía hablando de esa manera.
-Necesito sentirte dentro de mí
-gimió ella-. Lo necesito.
Y todo lo que él pudo hacer fue
gemir con ella. Sí, lo recordaba. ¿Cómo podría haberse olvidado de lo perfecta
que se sentía en torno a él? «No en esta vida».
Ella se arqueó hacia él de
nuevo, y el glande penetró en ella.
«Oh, Dios. ¡Oh, maldición!».
-Penétrame hasta el fondo, o
gritaré. Siempre me vuelves loca.
Como si aquellas palabras de Alex
no lo estuvieran volviendo loco, destruyendo sus reservas, sus vacilaciones,
estremeciéndolo de deseo.
Con la mente invadida por su
esencia, por sus susurrantes insinuaciones y la sensación de sú sexo intentando
tragarse su miembro, él no podía retrasarlo más. Dios, no podía contenerse. No
podía esperar.
Danny la agarró de las caderas
y se deslizó en ella con un envite delicioso e interminable, sellando su unión.
Hasta el fondo, apretándose contra su cervix tanto como pudo.
Inspiró trémulamente ante la
salvaje sensación que lo embargó. Apretada, mojada, caliente, sedosa, perfecta;
Alex era todo eso y más. Y él ya no sentía pánico o preocupación por todo lo
que podía ocurrir después. Cuando ella gritó debajo de él, Danny se dio cuenta
de que quería ser el único responsable de ella. Más que cualquier otra cosa en
el mundo.
Ese pensamiento lo hizo sentir
casi tan bien como hacer el amor con ella.
Se retiró y luego se hundió en
ella otra vez con dureza. Alex gimió de nuevo. Se cerró en torno a él.
«Estaba en casa. Era suya».
-Cállate, y haré que te corras
ya -le murmuró, ahuecándole las nalgas con las manos y alzándola más contra su
cuerpo.
Luego asaltó su boca, besándola
en el mismo momento que la llenaba con su sexo. Lentamente. Con largos y
profundos envites. «¡Oh, demonios, sí!». Le encantaba aquel tipo de fricción.
Era lo mejor del mundo, de hecho. Cada roce de su carne contra la de ella era
como una descarga eléctrica a través de su cuerpo.
Todas aquellas sensaciones
estallaron dentro de él, haciendo desaparecer cualquier pensamiento que pudiera
haber tenido. Sólo podía sentir. La presión de la vagina de Alex a su
alrededor, sus uñas en la espalda, sus caderas arqueadas bajo las de él, sus
gemidos suplicantes en el oído. La manera en que su propio corazón palpitaba.
La emoción de saber que la amaba.
Unos momentos más tarde ella
gritó su... nombre. Comparándolo con Dios. Sus palabras eran una letanía, una
súplica. Y él sintió las palpitaciones de Alex bajo él, ordeñándole,
envolviéndole. Danny perdió el control, y se sintió propulsado a las alturas.
Danny se aferró a ella, la
rodeó estrechamente con sus brazos, como si fuera un salvavidas. De hecho, Alex
era su salvavidas.
Maldición, se sentía como un
volcán. La presión que notaba en los testículos lo dejó sin aliento. Aquel
increíble placer lo aturdió. Tras años de sexo compartido, tener a Alex para él
solo era como una revelación asombrosa. Casi esperaba que los cielos se
abrieran y comenzara a sonar la música o algo así.
Pero sólo sintió el éxtasis,
que lo atravesó con tal fuerza que llegó a pensar que su cuerpo estallaría en
un millón de pedazos. La abrazó con fuerza, la poseyó, se vació en su interior
en una serie de espasmos que lo dejaron devastado. Que lo cambiaron. Para
siempre.
Bajo la dura protección del
cuerpo de Danny, Alex lo estrechó con fuerza. El ya había poseído su cuerpo esa
noche. No cabía duda de que también poseía su corazón. Las lágrimas le anegaron
los ojos. Jadeando, él alzó la cabeza. El sudor le resbalaba por las sienes,
por el cuello. Las venas sobresalían en sus músculos tensos. Danny parecía
enorme e invencible. Salvo cuando abrió los ojos y bajó la mirada hacia ella.
Cada una de sus vulnerabilidades quedaba al descubierto en aquellos ojos y el
corazón de Alex se derritió aún más por él.
-Hola -murmuró ella.
-Hola.
-Ha sido...hermoso. Me has
conmovido.
Danny soltó un gruñido.
-Bueno, lo cierto es que yo
estoy intentando no echarme a llorar como un bebé.
Alex no pudo evitar reírse
mientras su corazón se iluminaba. ¿Había sido alguna vez más feliz?
-Y sólo nosotros dos. ¿Ha sido
difícil?
-No tanto como pensé que sería.
En cuanto me convencí de que eras tú y me centré en cómo me sentía contigo,
todo fue bien.
-Fue perfecto -le corrigió ella
mientras le acariciaba la mejilla con la punta de los dedos.
-Sin duda alguna.
-Sabes, cuando acudí a ti para
que me ayudaras, era una chica estúpida persiguiendo un sueño tonto que no
existía. Tú me diste algo real. Me trataste como una mujer, me enseñarse todo
sobre el sexo, me enseñaste lo que era el amor. Gracias.
-Gracias a ti. Te hice pasar
por un infierno y me odio por eso. Pero aun así me curaste y te preocupaste por
mí. No perdiste las esperanzas conmigo. Te amo, gatita. Siempre lo haré. ¿Te
casarás conmigo algún día?
Fue obvio que la pregunta la
sorprendió...de una manera muy agradable.
-¿Me lo pedirás algún día?
-Sí. -Le apartó un rizo castaño
rojizo de las ruborizadas mejillas.
Alex le dio un beso suave en
los labios y bromeó:
-No sé. La primera vez que te
pedí que me enseñaras lo que era el sexo, me dijiste que no habría lazos afectivos.
Danny bufó.
-Fui un idiota. Necesito ese
vínculo entre nosotros. Es tan vital como respirar, gatita. - Le dio un beso en
los labios-. Espero...que todavía quieras tener bebés conmigo algún día.
Ella asintió con la cabeza.
-Me alegro de que podamos. De
que jamás llegaras a...hum.
-¿A hacerme una vasectomía? Lo
pensé varias veces, pero me resultaba difícil. Harry tenía razón; no lo hice
porque en el fondo tenía la esperanza de llegar a convertirme en padre algún
día. En alguna parte de mi mente, no quería que el pasado tuviera poder sobre
mí durante el resto de mi vida.
-Has dado un paso enorme esta
noche para dejar atrás el pasado. ¿Te extrañaría si te dijera que me siento
orgullosa de ti?
Un destello de lágrimas iluminó
aquellos ojos azules. Danny parpadeó para hacerlas desaparecer.
-No. Demonios, yo también me
siento orgulloso de mí mismo -bromeó-. Y ahora eres mía. Toda mía. Sólo mía.
Bajo él, Alex sonrió.
-Soy tuya. Para siempre.
FIN
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Muchas gracias haber leido esta adaptación y por sus comentarios ♥
Las quieren:
Mrs. L. Poynter & Mrs. Y. Jones
PD: si, es una adaptación, no escribimos la novela, la autora original es Shaila Black :)
PD: si, es una adaptación, no escribimos la novela, la autora original es Shaila Black :)